Supongo que deberíamos implementar tecnologías eficientes para combatir la corrupción y la rendición de cuentas. Tal vez así nos ahorraríamos esos cansados debates y la opinología acrítica de la que adolecen nuestros medios de comunicación, incapaces ya de atisbar siquiera la objetividad como un ideal o desde bases éticas bien fundamentadas: todos parecen haber exagerado sus intereses a extremos que complican tomarlos en serio..
Escucho en un noticiario matutino la condena enérgica a la desaparición de organismos autónomos, y el argumento, aunque inteligente, no puede evitar caer en la especulación sensacionalista de la erección de una dictadura peor que la que se armó el PRI.
Después, una radioescucha deja un mensaje que pasan al aire y su comentario, para parecer crítico e inteligente, acusan el privilegio blanco (mecanismo retórico de una vaporosa y poco instruida izquierda contemporánea para aterrizar a favor cualquier discusión). Luego, comerciales.
Todos comienzan igual, usan tonos similares y hasta tal vez la misma música épica de fondo. El primero: un estilo de rememoración de los logros académicos de una familia. El PRI quiere que creamos que antes todo era mejor. Empieza a instaurar esa ficción de que en el pasado que construyeron, a pesar de todo, había oportunidades.
Luego, otro spot basado en la reiteración de los programas sociales: nuevos apoyos, más becas a jóvenes y a mujeres. Esa idea del bienestar que deja fuera a una clase trabajadora condenada a las “tensiones” entre el gobierno y los patrones, y que poco a poco estará estandarizada por un salario mínimo único y universal. Y, por último, el más triste de todos: una voz que nos invita a pensar en los colores de un partido político que quiere imponerse como una fuerza opositora unificada en el clasismo y el racismo.
De los tres, éste es el que más me preocupa, porque es el que más seductor resulta para una juventud votante que empieza a verse entrando a una edad en la que el discurso de apoyos no la contempla, y que tampoco se ve beneficiada por legislaciones respecto a jornadas laborales más amables, programas de jubilación o salarios verdaderamente competitivos. Me asusta porque así se han forjado los retornos de las derechas más radicales en otros países donde el discurso le ganó a las “izquierdas”.