Por donde se le vea, acaso usted así lo aprecie también, es una buena noticia la declaración del jefe del Comando Norte, Gregory Guillot, a un comité senatorial estadunidense en el sentido de reconocer que sí recibieron autorización del Pentágono para espiar mediante sobrevuelos al narco mexicano y que hasta ahora han compartido la inteligencia recabada, lo que han visto, dicen, con sus contrapartes de este lado del Bravo.
Esa sola declaración debería despresurizar la especie que acecha todos los días a la presidenta Claudia Sheinbaum desde días atrás en cuanto a que hay una abierta actividad militar estadunidense, aérea y marítima, sin que la autoridad mexicana esté enterada, pues en una jugada a dos bandas se corrobora que existe tal vigilancia desde espacios internacionales y que, de ser cierta la declaración del gringo, se está compartiendo el resultado aquí. Es un salvavidas, pues.
Porque mire usted, Donald Trump no quita el dedo del renglón sobre la anexión de Canadá, la recuperación del Canal de Panamá, la compra de Groenlandia y la colonización de Gaza. Hasta ahora no ha mostrado interés alguno en ese sentido por el territorio mexicano, aunque ya sabemos que en su primer periodo consultó con su equipo la eventualidad de bombardear a los cárteles de la droga, a los que ahora ya clasificó como terroristas.
Y sí, uno envuelto en la bandera puede argumentar que no hay modo de que la economía estadunidense funcione sin la mano de obra migrante, con estancia legal o ilegal, o que si los vehículos les costarán más caros con los aranceles a la importación ya decretados, que es un tiro en el pie, y otras expresiones masiosare que tienen su dosis de razón. Pero hay que preguntarse, desde el otro extremo, cuánto puede resistir México si Estados Unidos le cierra la llave de gas, gasolina y electricidad. ¿Veinticuatro horas?
Ahora imagine usted una invasión. A poner a calentar los tres cazas F5 que datan de los años setenta y a aplicar el manual de capacidad para afrontar un conflicto, el “esfuerzo de guerra”, entre el que hay unos cincuenta puntos, como suministro de personal, alimentación, fuego y combustibles. Dicen los que saben que hay modo para sostener algo así entre dieciocho y veinticuatro horas.
La cosa está que arde.