Años atrás, en los avatares de una reporteada ligada al caso de secuestro de una persona cercana a familiares, conocí al agente cazador de los líderes de dos bandas de plagiarios que azotaron la capital en la década de los noventa con cientos de víctimas: los hermanos Caletri y los hermanos Arizmendi López. El hombre, un discreto experto en inteligencia, siguió el dinero y puso fin a dos gigantescas empresas criminales que tenían tentáculos en bancos e instancias policiacas y de procuración de justicia.
Hasta hace poco tiempo este gran policía tenía ya un trabajo más bien de analista en un búnker federal, pero siempre con un perfil bajo dada la relevancia de su hoja curricular, que incluso a la distancia de más de veinte años de aquellos golpes puede ponerlo en riesgo y es un factor para tomar en serio de forma permanente cuando se trata del combate a la delincuencia organizada o al terrorismo. Es decir, no se puede bajar la guardia jamás.
Cuando entrevisté a Salman Rushdie en 2017 me decía que su presencia en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en plenitud de condiciones y facultades, era la prueba evidente de que los “chicos malos” habían fallado en su cometido de asesinarlo, azuzados por la fetua que ordenó un ayatolá iraní a finales de los ochenta por la publicación de la novela Los versos satánicos. Seis años después un sicario quiso matar al escritor en Nueva York, falló, pero lo dejó sin un ojo y una lesión permanente en un brazo. Bajó la guardia.
Usted me dirá, con razón, que si un chico pudo treparse a un techo con un rifle para intentar asesinar a Donald Trump, aun con el complejo y robusto aparato de protección que despliega el Servicio Secreto de Estados Unidos, nadie puede sentirse a salvo en ninguna parte del mundo. En efecto. Pero en el caso del maestro Milton Morales, ultimado el fin de semana en Coacalco, hay que observar que hay una omisión, personal y de corporación, aun si la emboscada tenga como origen una filtración desde adentro.
Qué va a decirle uno al grupo que ya investiga el homicidio de Milton, pero si no empieza la cacería en casa, contra los eventuales facilitadores del crimen, se incurrirá en una doble omisión con un funcionario pintado como ejemplar por los suyos.