'El mejor infarto de mi vida'

Ciudad de México /

Si yo le propusiera: vamos a ver una serie sobre un infarto, ¿usted qué me respondería?

Seguramente que no, que qué horror, qué miedo, qué cosa tan más trágica.

Obviamente no se antoja. Ni siquiera como un ejercicio documental de prevención de la salud. ¡Cruz! ¡Cruz! ¡Que se vaya el diablo y que venga Jesús!

¡Pues qué cree! Acabo de ver completa “El mejor infarto de mi vida” y yo tendría que ser el peor crítico del mundo si no le suplicara que la viera.

Es la cosa más ingeniosa que he visto en mucho tiempo y lo más maravilloso es que no es ficción. Todo lo que pasa aquí, sucedió, le sucedió a un hombre y es comedia.

Pero qué comedia: oscura, ácida, sexual. Es una serie digna de Woody Allen. No lo puedo decir de otra manera. Y es orgullosamente iberoamericana. Viene de Argentina.

No le voy a vender trama para no arruinarle la experiencia, pero le ruego que me deje explicarle lo que hay detrás de este maravilloso proyecto.

¿Usted sabe lo que son los escritores fantasma? Son escritoras o escritores profesionales que, desde el anonimato, escriben para que otras personas firmen, para que otras personas se lleven los aplausos.

Es horrible. Sí, lo sé. Pero existe. Hasta cierto punto está normalizado y la vida de esas personas, salvo honrosas excepciones, va de lo miserable, para abajo.

El protagonista de “El mejor infarto de mi vida” es un escritor fantasma. Nomás con esto, usted tiene que sentarse a conocer su historia porque no es común que estas cosas se muestren y menos como se muestran aquí.

Son seis capitulitos, como de menos de media hora cada uno, que se van como agua y que, contrariamente a lo que cualquiera pudiera suponer, por el título, todo el tiempo nos están sorprendiendo.

Sí. Hay un infarto. Pero eso es lo de menos. Usted tiene que ver todo lo demás, detenerse en los personajes secundarios, apreciar los valores de producción.

“El mejor infarto de mi vida” es una bocanada de aire fresco en medio de todo lo que nos ha llegado de Argentina últimamente porque no es un contenido de derecha.

Es un espectáculo brillante, entrañable, que nos recuerda que todos necesitamos de todos para salir adelante y que el amor existe.

Alan Sabbagh, el actor que le da vida al personaje principal de esta propuesta, hace un trabajo increíble.

Héctor Casciari, el autor de todo esto, debe ser el escritor fantasma más orgulloso del mundo. Alan lo recrea, lo catapulta, lo lleva a donde jamás imaginó.

Sabbagh es un maestro. En serio. ¿Y qué me dice del resto del reparto?

Yo sé que la mayoría no son figuras muy conocidas en México pero, por lo mismo, cuando uno los mira aquí, no los mira como estrellas, los mira como los personajes de la serie y eso favorece mucho la parte de la credibilidad.

Es una bendición que nosotros, de este lado del continente, no estemos familiarizados ni con Casciari, ni con el libro ni con nada de lo que hay detrás de este proyecto porque los vamos a poder gozar sin prejuicios.

Pero al mismo tiempo es un riesgo porque, con tanto material que hay en el mercado, es muy fácil que se pierda por la falta de referentes, de luminarias, de razones para echarle un ojo.

Se lo digo de corazón: luche con todas sus fuerzas por ver ya, pero ya, “El mejor infarto de mi vida”. ¿Sabe dónde está? En Disney+. Le va a gustar. De veras que sí.


  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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