España ganó el Emmy Internacional en la categoría de mejor telenovela con “La promesa”.
Nosotros, los mexicanos, en los años 90, cuando en España no sabían nada de telenovelas, les mandamos escritores para ver si aprendían. Parece que aprendieron bien.
“La promesa” es un melodrama seriado bellísimo, larguísimo, vespertino. No es una serie. ¡Es una telenovela de verdad!
¿Contra qué países compitió esta producción de época? Contra Colombia, Turquía y otra producción española.
¿Y México? ¿No se supone que los mexicanos casi, casi, que inventamos las telenovelas? ¿No se supone que hacemos las mejores telenovelas del mundo?
¿A nadie le da un poquito de vergüenza? México le enseñó a hacer telenovelas a España, a Turquía (son legendarias las giras de nuestras estrellas a ese país hace más de 30 años) y los colombianos, que son magníficos, por diferentes circunstancias históricas, comenzaron tarde.
¿Y nosotros? ¿Dónde quedamos? Y no, no me salga con esa estupidez de que las telenovelas están muertas porque si así fuera, no tendríamos el “boom” telenovelero que tenemos en todas partes del mundo menos aquí.
Esos son argumentos de gente mediocre, de gente floja.
Estoy furioso, verdaderamente furioso. ¿Vamos a perder lo que con tanto trabajo hemos construido desde 1958? ¿Le vamos a regalar a otros países nuestro legado cultural?
Sí tenemos que sentarnos a discutir esto con seriedad porque perder las telenovelas sería tan grave como perder el futbol con la diferencia de que en el futbol jamás hemos sido nada. Ni líderes, ni campeones. ¡Nada!
En cambio, con las telenovelas, fuimos los reyes, los que paralizaban guerras, los que eran invitados por los presidentes de las más grandes potencias del planeta.
Por el amor de Dios, ¡hagamos algo! No es un tema de concepto. No es un tema de dinero. Es un tema de hacerlo bien.
¿En qué momento se nos olvidó tocar los corazones del público? ¿En qué momento comenzamos a sentir vergüenza de algo que era nuestro máximo orgullo?
Convivo mucho con las audiencias en las redes sociales y hay un punto en el que invariablemente me gana la tristeza porque nuestros jóvenes no sólo odian lo que hacemos en México, prefieren las telenovelas coreanas, las turcas.
¿Y qué les digo? Por más que les explique las diferencias culturales, ellas y ellos son los que mandan. ¡Y tienen razón!
Le voy a contar algo muy penoso que estoy viviendo: me enamoré de “Amor amargo” cuando vi su primer capítulo y desde entonces, todos los días, comento lo que va saliendo al aire en mi cuenta de TikTok.
El “pequeño” detalle es que esta telenovela, como todas las que estamos haciendo en México, sacó un capítulo uno verdaderamente magistral, pero ahora, que vamos en el 17, no quepo en mí del asco.
No hay día en que no denuncie un error de historia, de psicología de personajes, de dirección, de producción. ¡De algo!
Y no es porque Pedro Ortiz de Pinedo, sus escritores, directores y actores no sepan hacer su trabajo (“Amor amargo” es la mejor telenovela que tenemos en México).
Es porque se está trabajando de una manera donde lo único que se puede generar son problemas.
Es como si Marinela, para ahorrarse una lana, dejara de hacer los Gansitos como siempre los ha hecho. ¡Así no se puede!
España ganó el Emmy Internacional en la categoría de mejor telenovela con “La promesa”.
No, no quiero que la compren. Mucho menos para hacer el “refrito”. ¡Quiero que les dé vergüenza! ¿Hasta cuándo vamos a seguir así?