Teatro. ¿A usted le gusta el teatro? ¿Le importa el teatro? Se vale decir que no.
Estamos en tiempos de redes sociales, de videojuegos, de generaciones que fueron educadas por las telenovelas, de un público que ya no ve teatro ni en televisión. Ni siquiera en los anuncios.
El teatro navega con las peores etiquetas del mundo. Lo acusan de ser caro, aburrido, elitista, intelectual.
Por lo mismo, casi no se le cubre. Cuando uno está del lado de los medios privados, es cultural. Por tanto, de flojera. Que no se hable de él.
Cuando uno está del lado de los medios públicos, es comercial. Por tanto, fifí. Que no se hable de él.
La verdad es que quien no va al teatro, se pierde de algo grande, hermoso, vivo, tangible.
Yo sé que no todas las obras son buenas. Exactamente como pasa con las películas, las series y todas las aristas del entretenimiento.
Pero también sé que quien encuentra su teatro, su tipo de teatro, encuentra algo parecido a la felicidad, al crecimiento, a la paz.
Ciudad de México es una de las más grandes capitales teatrales del mundo por la cantidad, calidad y diversidad de obras que se presentan en ella.
Si usted fuera todos los días a ver una obra diferente, no le alcanzarían los 365 días del año para verlo todo. Es en serio. Está documentado.
A pesar de esto, hacer teatro en la capital de la nación es una proeza.
Todavía no se establecen las estrategias para amarrar esto con las secretarías de cultura, de turismo y de educación como para garantizar llenos totales, todos los días, en todas las salas como en Broadway o como en Londres.
Las divisiones del colectivo pesan. Por un lado están las superproducciones musicales. Por el otro, los minúsculos foros independientes.
Y en medio, el teatro universitario, el teatro de revista, el cabaret, los monólogos, las obras de entretenimiento puro, el teatro penitenciario, los dramas de búsqueda y más, muchas vertientes más.
Todas compiten. Todas batallan. En un contexto tan complicado, sólo hay algo que une, algo que visibiliza, algo que tiende puentes con las audiencias y las autoridades: Los Metro.
Tal y como le he escrito aquí desde hace años, Los Metro son los Tony del teatro mexicano:
El premio que sí se hace bien, el premio que sí es de gala, el premio que sí da dinero, el premio que sí junta a los que no se pueden ver, el premio que sí impulsa carreras.
El pasado miércoles 27 de noviembre, en una ceremonia particularmente dolorosa, en el bellísimo Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, se llevó a cabo la última ceremonia de Los Metro.
¿Qué fue lo que pasó? Que el patrocinador más importante decidió dejar de apoyar y que nadie más se animó a ayudar ni por el lado de los anunciantes ni por el lado de las autoridades.
¿Cuál es la nota? El tristísimo mensaje que esto manda. El teatro está solo. Rásquense con sus uñas. ¿Lo puede usted creer?
La invito, lo invito, con mucho amor, con mucho respeto, a que busque los nombres de los ganadores de Los Metro 2024 en las redes sociales y a que juntas, a que juntos, los ayudemos a encontrar una solución.
Debe haber un mecenas, nacional o internacional, que ame el teatro y se anime a participar, una autoridad que entienda la relevancia política, económica y social de esto, y aporte.
En el gigantesco ecosistema cultural mexicano, debe haber un fondo de emergencia para cuando ocurran estas eventualidades. Y si no existe, hay que proponerlo de inmediato. No puede ser que por culpa de una marca, de una sola marca, algo así desaparezca.
El teatro es importante. El teatro aporta. El teatro es una solución. Y si no me quiere creer, acuérdese de cuando el Seguro Social invirtió tanto en teatro, en tantas ciudades, para fomentar tantas cosas tan hermosas en el pasado.
¿Se imagina lo que pasaría si Hollywood anunciara la muerte del Oscar?
Bueno, eso es exactamente lo que estamos viviendo en la Ciudad de México con Los Metro y ni modo de que la entrega se traslade a Guadalajara, como el Ariel, porque se trata de un asunto local.
Mi columna de hoy no es una crítica. No es una reseña. Es una súplica.
Luche por acercarse a Los Metro y ayudarlos a encontrar una solución.
Luchemos juntas, juntos y juntes para que Los Metro no mueran. Por favor.