Arriba del Nuevo Teatro Silvia Pinal, en el corazón de la Ciudad de México, se encuentra un espacio muy pequeño, íntimo. Yo no lo conocía.
Es el Nuevo Teatro Versalles y me encantó porque, yo no sé si es por el menú de su dulcería, por la proximidad con el escenario o por la disposición de las butacas, pero uno acaba conectando con lo que va a ver y también con el resto del público. Se pone muy buena la convivencia.
Tuve el privilegio de estar ahí el domingo pasado para apadrinar, al lado del inmenso Miguel Sabido, el estreno de “La última paciente”.
Seré muy directo: vaya a verla. ¿Por qué? Porque se trata de una obra original de un joven dramaturgo mexicano, porque está inspirada en una novela de ese mismo autor, porque le da la oportunidad de brillar a tres grandes talentos, porque no se parece a nada que exista en el mercado y porque sí funciona.
No le voy a vender trama para no arruinarle la experiencia pero se la voy a describir tal y como la sentí desde mi perspectiva como crítico de televisión.
¿Qué es lo que más estamos consumiendo en la actualidad? ¿Qué es lo que más nos gusta? ¿Qué es lo que más hacemos?
La invasión a la intimidad. Las multitudes matan por meterse en la vida de los demás, por juzgar a los otros.
Y si no es en las redes sociales es en los “reality shows”, en los programas de chismes. ¡En donde se pueda! Nos da poder. Nos da placer. Le da sentido a la vida de muchísimas personas.
“La última paciente” es eso. Es “La casa de los famosos”. Es invadir la intimidad de los demás en el peor lugar que puede existir para hacerlo: el consultorio de un psicoanalista.
¿Se imagina usted lo que sería poder entrar a uno de esos espacios y enterarse de las fantasías sexuales de la gente, mirar cómo los pacientes cuentan sus peores problemas y escuchar sus más delicados secretos?
Pues ya no se lo imagine porque aquí lo va a poder hacer y no sólo eso, descubrirá lo que piensan, lo que sienten y lo que dicen los mismísimos terapeutas.
Es tremendo, realmente monstruoso, pero necesario. ¿Para qué? Para entretenernos, para proyectarnos pero también para liberarnos. Uno acaba muy bien después de ver esto.
“La última paciente” es un texto tan afortunado de Miguel Ángel Díaz Barriga, que es psicoanalista en el mundo real, que más que una obra donde los personajes entran y salen, es un racimo de monólogos que crecen, crecen y crecen hasta llevar al público a donde jamás imaginó.
Y es que se trata de una obra oscura, de un tipo de teatro donde hay asesinatos, delitos y, por supuesto, investigaciones policiacas.
¿Ahora entiende por qué le digo que no se parece a nada que exista en el mercado?
Usted comenzará chismeando, poco a poco se irá escandalizando y acabará temblando, reflexionando, llegando a puntos de gran participación, como si se tratara de un videojuego. Dan ganas de platicar.
Alejandro Faugier hace un excelente trabajo protagonizando esto, pero Guada Espinoza es el hallazgo de la obra y Anahí Medina, la sorpresa de la temporada.
Hay mucha energía sexual en esta puesta en escena, mucha vulnerabilidad, mucha verdad.
Qué gusto encontrar a un nuevo equipo de autores y productores mexicanos dispuestos a arriesgar su capital en un oficio tan noble como el del teatro.
Qué gusto poderle recomendar algo tan fresco en un lugar con tantísimas opciones como la Ciudad de México.
“La última paciente” se presenta sólo los domingos a las 17:30, el boleto es particularmente accesible y la temporada será muy breve. Luche con todas sus fuerzas por ir. Le va a gustar. De veras que sí.