Mañana miércoles 14 de mayo va a ocurrir algo muy importante: se va a estrenar, en Netflix, “Serpientes y escaleras”.
¿Cuál es la nota? Que estamos hablando de lo mejor de Manolo Caro. ¡Y mire que el señor nos ha regalado grandísimas películas e inolvidables series!
Se lo estoy avisando con tiempo para que se organice, para que no se distraiga, para que viva esta experiencia.
En el remoto caso de que usted no sepa nada de nada. Se vale. Por favor permítame ponerla, ponerlo, en antecedentes:
Manolo Caro es uno de los más grandes directores de cine de la historia reciente de México. Como Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, pero mucho más joven y, por lo mismo, con una carrera que ha apuntado hacia otros mercados.
Seguramente usted, como miles de personas, ha visto algunas de sus obras como “No sé si cortarme las venas o dejármelas largas”, “La vida inmoral de la pareja ideal” y “La casa de las flores”.
Mucha gente lo compara con Pedro Almodóvar porque comparte su amor por el melodrama, por la comedia y porque jamás le ha tenido miedo ni a la denuncia ni al tema LGBT.
“Serpientes y escaleras” es para Manolo Caro, en serie, lo que “Todo sobre mi madre” para Almodóvar, en cine. Un parteaguas. El resultado de muchos años de trabajo pero, al mismo tiempo, la proyección hacia otro tipo de carrera.
Es impresionante cómo se notan todas, absolutamente todas sus inquietudes originales pero, al mismo tiempo, cómo se siente la madurez, la fuerza, la experiencia.
Ojo: es una serie cómica, para divertirse, para echar relajo pero, si usted quiere, es algo más.
¿Qué? Una crítica social, el retrato de cosas durísimas, un pretexto para que nos analicemos de manera íntima, personal. ¡Comedia de verdad!
¿De qué trata? De contradicciones. De nuestras contradicciones como sociedad. De nuestras contradicciones como seres humanos.
El punto de partida es algo muy bobo, que seguramente a usted también le ha pasado: aventuras escolares en un kínder.
Y tal y como pasa con las aventuras escolares, aquello crece, crece y adquiere proporciones épicas, apocalípticas, alucinantes.
Por si esto no fuera suficiente, la acción se desarrolla en Guadalajara. Por tanto, la radiografía ya no es radiografía. ¡Es tomografía! ¡Enorme! ¡Realmente enorme!
Usted, al principio, va a decir: ¡Mira, qué curioso! Luego: ¡Guau! ¡Qué chistoso! Y al final: ¡No, por favor! ¡Qué tremendo!
¿Sabe usted qué es lo que más me “afecta” de esta serie? Que estas cosas sí pasan y que todos somos, un poco o un mucho, como los personajes de esta obra maestra.
No le voy a contar detalles para no arruinarle la experiencia pero le prohíbo que no llegue al final del capítulo cinco (la serie es de ocho episodios muy cortitos).
Yo le he publicado aquí en diversas ocasiones que Cecilia Suárez es una de las mejores actrices del mundo. Bueno, créame, aquí está mejor que nunca.
Su dominio de la cámara ya está por encima del bien y del mal. Deje usted el acento. Deje usted el trabajo físico. La señora borda su interpretación de tal manera que va más allá de la credibilidad.
Dora, su personaje, vive. Dora, su personaje, es usted. Dora, su personaje, soy yo. ¡Y a ver cómo le hacemos para salir bien librados después de todo esto!
Podríamos decir que es la actuación de su vida. ¡Y en comedia! ¡Y mire todo lo que Cecilia ha hecho!
Pero no está sola. Sus compañeras y sus compañeros hacen un trabajo exquisito porque no sólo están creando, están rompiendo moldes y eso debió haber sido muy traumatizante.
¿Cómo sabe una actriz que lo está haciendo bien si no está actuando como se tiene que actuar en una serie?
¿Cómo sabe un actor que su trabajo está valiendo la pena si está haciendo exactamente lo contrario de lo que había estado haciendo durante toda su carrera?
En “Serpientes y escaleras”, por ejemplo, se pronuncia mal porque se tiene que pronunciar mal. ¿Cómo hacerle para que las audiencias lo entiendan, lo gocen y lo lleven más allá?
Sí está muy grueso. Marimar Vega nunca volverá a ser la misma después de esto. Juan Pablo Medina juega con el tema de los valores de una manera magistral.
Michelle Rodríguez vuela hacia donde sólo vuelan las más grandes. Margarita Gralia se ha reinventado como no la hecho ninguna otra figura de su generación.
Martiño Rivas, con esto, se consagra. Alfredo Gatica es inmenso, una revelación. Luis Felipe Tovar brilla que da gusto verlo. Gerardo Trejoluna, ¡Dios mío!, qué prodigio de actor.
Y aquí es donde yo me tengo que ir con los jóvenes. Por nada del mundo deje de apreciar al trío formado por Loreto Peralta, Benny Emmanuel y Germán Bracco.
Esa conexión yo no la veía desde Maribel Verdú, Diego Luna y Gael García Bernal en “Y tu mamá también”.
¿Pero sabe quiénes se llevan la serie? Los niños. En serio. Dirigir niños es el infierno. Manolo lo consiguió. Esas chiquitas y esos chiquitos se divierten, nos divierten. Quiero tomar helado y bailar disfrazado de abejita con ellas, con ellos.
Por último, le voy a dejar tarea. “Serpientes y escaleras” es probablemente uno de los títulos más importantes en la historia musical del cine mexicano.
Hay una ruptura total con todo lo que se había hecho en este país (y en muchos otros). Le encargo que escuche, que cante, que baile, que aprecie, que atesore. Y la reto, lo reto, a hacer la coreografía. No va a poder.
Luche con todas sus fuerzas por ver, a partir de mañana, “Serpientes y escaleras” en Netflix. Le va a gustar. De veras que sí.