Por calendario, hoy es la última columna que voy a poder publicar sobre el tema de las campañas electorales. El próximo 2 de junio serán las elecciones.
¿Cuál sería la más grande conclusión a la que podemos llegar después de todo lo que vivimos?
Que urge una reforma electoral. Ya no nos podemos comportar como cuando se establecieron las reglas que tenemos ahora.
Es muy caro, enloquecedor y desgastante todo este asunto de las precampañas, las intercampañas, las campañas, las vedas y los silencios.
¿Y qué me dice del modelo de los “spots” en radio y televisión? ¿De qué sirvieron? ¿Qué fue lo que aportaron?
Además, como dependiendo de la región geográfica y del candidato en algunos casos son coaliciones y en otros, no. En un mismo corte comercial vemos uno, y otro, y otro, y otro “spot” de la misma persona que en un mensaje ama y en los otros, odia.
Salvo honrosas excepciones, nos la pasamos padeciendo producciones mediocres, escuchando canciones estúpidas y soportando mensajes huecos.
Antes, valía la pena elegir al mejor y al peor “spot” de las campañas. Ahora, no. En general, a nadie le importaron.
Pero lo peor es el tema de los debates. Sí, me queda clara su importancia histórica pero ya no ayudan. Al contrario, perjudican.
¿Cómo puede alguien respetar a un político que se rebaja a hacer “talk show”? ¿Cómo puede alguien cargarse de energía para votar después de ver semejantes espectáculos de descalificación?
Y no hablo sólo de los debates “grandes” como los de la presidencia. ¿Qué me dice de los “pequeños” como los de los diputados locales?
Daban ganas de llorar porque esas pobres mujeres y esos pobres hombres que en ese renglón eran enemigos, a la hora de las otras candidaturas se tenían que adorar porque iban en coalición. Tenían que ser amigos. ¿Así o más demencial?
Y esto es nada en comparación a todo lo que le podría decir. Urge poner sobre la mesa los temas digitales. Desde la inteligencia artificial hasta los algoritmos pasando por la infodemia, las redes sociales y las campañas de odio.
No puede ser que las autoridades electorales tengan un mundo escrupuloso al límite por el lado tradicional y otro, completamente irregular, cuando hablamos de tecnología y dispositivos.
Llevamos meses oscilando entre una ventana donde no se pueden utilizar ciertas expresiones y otras donde no sólo se usan esas palabras. ¡Se dicen verdaderas atrocidades!
Si no se politiza una desgracia como la del metro de la Ciudad de México, se toma una tragedia como la de Nuevo León para faltarle al respeto a una persona, a un partido.
Si no se insulta de un lado, se hace comedia en el otro. No estamos haciendo democracia, estamos haciendo el ridículo.
¿De qué sirven los debates oficiales si acá en la “web” hay otros debates? ¿A cuáles les debemos creer y a cuáles, no?
No sé usted pero yo llego muy cansado a este momento de las campañas y nada de lo que me hicieron, y nada de lo que me dijeron, me sirvió para cambiar la intención de voto que yo tenía desde que comenzó el proceso.
¿Sabe para lo único que sirvió? Para confrontarme con más y peores personas. Yo no soy de los que atacan e insultan en las redes, pero mucha gente sí.
Igual, a ellas y a ellos les funcionó también para lucirse, para vivir la fantasía del activismo. Para hacer de la democracia otro “bonito” negocio, otro bonito “show” tipo final de telenovela, final de futbol.
Urge sentarse a hablar de esto y más, actualizar y corregir. ¿O usted qué opina?