Donald Trump ganó las elecciones en Estados Unidos y por alguna extraña razón los medios y las redes de México se llenaron de contenidos sensacionalistas.
Es como si hubiera una suerte de placer en pronosticarnos el mal. Es como si nos divirtiera augurar catástrofes. Es una manera bastante patética de buscar el empoderamiento.
¿Por qué? Porque tal y como nadie tiene derecho ni a meterse ni a intervenir sobre nosotros en el extranjero nosotros no tenemos por qué meternos ni intervenir sobre lo que pasa en Estados Unidos.
Nuestros vecinos decidieron. Hay que respetarlos. Hay que entenderlos. Y hay que hacer equipo.
Me queda claro que lo que los medios y las redes quieren es vender y que lo que vende es el conflicto, pero en algún momento nosotros, como consumidores y creadores de contenidos, tenemos que hacer nuestra parte.
No es posible que nos lleguen a nuestros celulares, quién sabe con qué objetivo, cualquier cantidad de mensajes afirmando que nuestra moneda se va a devaluar, que nuestras calles se van a llenar de migrantes deportados y que nos vamos a quedar sin empleo, y que nosotros, en lugar de cuestionar, lo creamos y, peor tantito, que lo compartamos.
Cuando compartimos, hacemos más grande el chisme, el miedo. Es trabajar para una entidad que desconocemos y de la que no obtenemos nada. Es perder-perder.
¿Por qué compartimos eso y no otros contenidos? ¿Por qué nos gusta ser parte del escándalo? ¿Qué ganamos?
Claudia Sheinbaum ha sido muy clara y madura en el tono que ha utilizado cada vez que ha abordado este tema en “Las mañaneras del pueblo” y en sus redes sociales.
¿Por qué nosotros nos tendríamos que apanicar? ¿Por qué tendríamos que hacerle caso a contenidos que lo mismo nos pueden estar llegando de los peores enemigos del México de hoy que de una inteligencia artificial que lo único que quiere es mover el avispero?
Le guste a quien le guste o le moleste a quien le moleste, Donald Trump es un genio de la comunicación y hay mucho qué reflexionar sobre sus estrategias.
¿Para qué? Para aprender tanto desde la perspectiva humana como desde la perspectiva política y electoral.
¿Por qué funciona tan bien un personaje que conecta como lo hace el próximo presidente de Estados Unidos?
¿Cuál es el mensaje que Estados Unidos le está mandando al mundo con la victoria de Donald Trump?
Y lo mejor de todo: ¿Qué fue lo que Donald Trump hizo bien y Kamala Harris, mal?
Le recuerdo: la democracia en el siglo XXI es algo así como un “índice de satisfacción en el consumidor”.
Si el gobierno en turno tiene contento al pueblo, a sus “clientes”, su partido ganará las próximas elecciones independientemente de que su candidata o candidato sea bueno o malo.
Pero si no, si las mayorías no están a gusto, si son más las quejas que las felicitaciones, habrá un cambio y, volvemos a lo mismo, sin importar si la candidata o el candidato es bueno o es malo.
Felicidades a Donald Trump y a su equipo. Felicidades al pueblo de Estados Unidos.
Ahora viene lo nuestro: ¿cuál es el cuento que nos vamos a contar? ¿Queremos que nos vaya mal o que nos vaya bien con el próximo presidente de Estados Unidos?
Piénselo. Una de las claves del éxito o del fracaso de cualquier cosa está en la creación y propagación de narrativas.
¿Qué es lo que queremos para la relación entre México y Estados Unidos en los próximos años? ¿Cuál es el cuento que nos estamos contando? ¿Cuál es el que nos vamos a contar?