La muerte del Golfo de México

Ciudad de México /

Poder. Lo que Donald Trump quiere es tener el poder. Y como no lo tiene, juega con la comunicación, juega con los medios, juega con las redes.

Sí, yo sé que en México existe una tendencia bastante enferma a endiosarlo por parte de algunos medios y de algunos comunicadores porque suponen que así van a debilitar el éxito de Claudia Sheinbaum.

La verdad, como quedó demostrado en “Masiosare” de Canal Once y Canal 22, es que hasta en su propio país lo critican. No le tienen miedo.

El punto es que, el domingo pasado, mientras nos distraíamos con el Super Bowl, sucedió algo bastante delicado que nada ni nadie, ni en México ni en ninguna otra parte del mundo, puede permitir: Donald Trump le cambió el nombre al Golfo de México.

No es una cuestión de vanidad nacionalista. Esto es bastante delicado porque se trata de un violento acto de invasión cultural, de imperialismo ideológico. Es como una guerra, pero peor.

¿Por qué peor? Porque esto es algo que se mete en el sistema nervioso de la gente, porque divide a las sociedades, porque las pone a pelear y porque, al final, desaparece lo que había para imponer una presencia, una ideología. Para imponer.

Es más poderoso el que desaparece los nombres de las cosas que el que desaparece poblaciones enteras porque las poblaciones se reconstruyen pero los nombres, no.

La historia está llena de ejemplos de civilizaciones, de imperios y de ciudades a las que les borraron el nombre y que hoy no representan nada a pesar de que en su suelo sigue habiendo vida.

¿No nos la hemos pasado diciendo, desde hace muchísimos años, que lo que no se nombra no existe? Esto no es sólo para las mujeres, para el colectivo LGBT ni para las “minorías”. ¡Es total!

Lo que Donald Trump hizo al cambiarle el nombre al Golfo de México, aunque sólo sea de su lado del mapa, no es un chiste, una ocurrencia ni una frivolidad.

Es una agresión. Es como si nos hubiera lanzado una bomba para borrarnos de la historia.

Así como existe el poder suave, del que tanto le he escrito aquí en Milenio, ésta es una manifestación de un poder tan tremendo que ni siquiera estamos acostumbrados a defendernos de él.

Es como cuando a las telenovelas las comenzaron a llamar series. ¿Por qué lo hicieron? Para desprestigiarlas, para imponer otro esquema.

Tengo amigos en Brasil, en Turquía y en otras potencias telenoveleras que siguen en shock ante este lamentable fenómeno mexicano.

El caso es que los responsables de esta imposición tuvieron tanto éxito que al poco tiempo de inocular palabras como series, miniseries, teleseries, superseries y serienovelas, no sólo confundieron a audiencias, anunciantes y creadores, consiguieron que los ejecutivos que durante generaciones enteras se dedicaron a producir esta clase de contenidos comenzaran a declarar que las telenovelas habían muerto.

¿Eso es lo que queremos para el Golfo de México? ¿Que lo maten?

Amor con amor se paga y yo no estoy esperando que la prensa siga acosando a la presidenta de México en “La mañanera del pueblo” repitiendo las mismas preguntas que ha estado haciendo desde que Donald Trump tomó posesión.

Estoy esperando una respuesta igual de potente, en los mismos términos. Estoy esperando una respuesta cultural.

Quiero ver al gobierno de México publicando novelas, apoyando obras de teatro, filmando películas, pintando murales, creando ballets, estrenando composiciones sinfónicas, ofreciendo muestras gastronómicas y organizando exposiciones sobre el Golfo de México, sus culturas, sus historias y sus relevancias. Todo en plural.

Sólo eso lo va a salvar de la aniquilación cultural. No los discursos. No el apoyo de la Enciclopedia Británica, de la Agencia AP y de los críticos de Trump.

Por poco menos que eso, la administración de Andrés Manuel López Obrador creó Original. ¿Se acuerda? De lo que se trataba era de defender los derechos de nuestras artesanas y de nuestros artesanos ante los plagios que las grandes marcas internacionales hacían de sus diseños.

¿Qué va a pasar ahora ante esto cuyas repercusiones podrían ser monstruosas?

Sería una vergüenza que un país con nuestra riqueza cultural se rindiera ante Estados Unidos. Sería como demoler nuestras zonas arqueológicas para poner una Disney Store.

Hagamos algo más que quejarnos de Google. Hagamos algo más que unirnos como pueblo. Reaccionemos en términos culturales porque hoy es el Golfo de México pero mañana podría ser algo más. ¿O usted qué opina?


  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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