Andrés Manuel López Obrador por aquí, Andrés Manuel López Obrador por allá.
Se está dando un fenómeno muy curioso: un alto porcentaje de los medios mexicanos está jugando con la imagen de El Peje rumbo a las elecciones del próximo año.
Salvo honrosas excepciones, el periodista que no lo compara con el presidente de Estados Unidos, lo ataca, busca la manera de desprestigiarlo.
Por supuesto que cada analista está en su derecho de opinar lo que quiera, pero yo tengo la obligación profesional de señalarle algo:
Así fue como Donald Trump llegó a la Casa Blanca, con la etiqueta de monstruo, con malas ondas, con polémicas.
¿Será que eso es lo que quieren nuestros comentaristas? ¿Será que ya entendieron las claves de la comunicación en esta parte del siglo XXI?
Entre más personas se esmeran en pegarle a don Andrés Manuel, más lo ayudan.
¿Por qué? Porque ahora, cuando un medio tradicional le pega a un personaje, en lugar de desacreditarlo, invita a las multitudes a preguntarse cosas como:
¿Por qué hay tanto interés en borrarlo del mapa? ¿Qué fue lo que hizo bien como para que personas lo quieran dejar tan mal?
Ya no es como en 2006, que frases como “un peligro para México” podían sembrar el pánico colectivo.
Ahora el razonamiento es: si lo están amenazando, dudemos, hay que apoyarlo.
Y no, no es porque el mundo se haya vuelto loco, es porque la gente ya no confía como antes en los medios tradicionales.
¿Por qué? Porque la mayoría de ellos son los responsables de lo que estamos viviendo ahora.
¡Cómo es posible que los medios de siempre se esmeren en quemar a El Peje cada vez que llegamos a estas alturas del sexenio y que no hagan lo mismo con otros políticos!
¡Cómo quieren los medios de toda la vida que hoy, con todos los recursos que tenemos, les creamos, si la historia nos ha demostrado que cada vez que apoyan a un político apoyan al peor!
A esto súmele que Andrés Manuel López Obrador es tan inteligente o más que Donald Trump para inventarse una imagen justiciera, de oposición, de rebeldía.
¿Adónde voy con todo esto? A señalar que muchos de nuestros medios, tal vez sin darse cuenta, van a provocar, con su odio, que la historia se repita.
Y no estoy hablando de la triste historia del presidente “legítimo” o de la de 2012, estoy hablando de la historia que llevó a Donald Trump al poder.
¡Qué bueno por Andrés Manuel López Obrador, qué malo por el resto de las figuras que han manifestado que les gustaría llegar a la gran contienda electoral de 2018!
Jamás van a poder luchar contra un personaje tan presente en los temores de la buenas conciencias, las que nos tienen tan amolados, las que miles de hombres y mujeres sueñan con castigar.
¡Qué mejor castigo que echarle al diablo encima!
¿Ahora entiende la parte delicada de esta obsesión por El Peje?
Las campañas, de una manera u otra, ya comenzaron, pero no las electorales, la de una guerra sucia corregida y aumentada.
¿Qué se puede hacer en estos casos? Por el lado de El Peje, nada. Gozar.
Pero por el otro, volver al respeto, a tratar a todos los personajes que quieren llegar a Los Pinos con equidad, sin satanizarlos, sin obligarlos a pelear antes de tiempo. ¿O usted qué opina?
¡atrévase a opinar!
alvarocueva@milenio.com