¡Ave César, los que van a morir te saludan! Revise usted la imagen del primer encuentro sobre la Reforma Constitucional al Poder Judicial y dígame si ese óvalo inmenso que se dispuso para dar cabida a los participantes no se asemeja a un Coliseo. No lanzan vítores ni aplausos, pero la mitad de los asistentes no puede contener las ganas de hacerlo. Los que les tocó asiento están pegados hombro con hombro sin permitir un suspiro entre ellos, detrás están los de segunda fila esperando a que las cabezas de los que están delante se muevan —o, de plano rueden. Todos miran la alfombra en el centro que funge como arena en la batalla. Un tapete tejido en oscuro con vivos en rojo quemado que recuerda la sangre de los muertos quienes, a pesar de haber dado un buen espectáculo, sucumbieron. Plantas y flores decoran la arena porque en México siempre que no sabemos cómo hacer más amable un lugar le ponemos una planta, pero en este caso, como las flores son blancas, parecen una ofrenda y anuncian sepelio.
No les quiero llamar “diálogos”, como dicen que se llaman los encuentros, porque no lo son. El mismo Ignacio Mier, coordinador del Grupo Parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados, dijo que estaban “dispuestos a escuchar” lo que dijeran los participantes —ojo, escuchar nada más—, pero que había temas “irreductibles”. ¿Cuáles?, todos. Inamovibles porque ese había sido “el mandato de las urnas”. Pero eso no es verdad, la gente no pidió en específico que se eligieran a todos los jueces, magistrados y ministros de manera popular, es más, según la encuesta de El Financiero, el 62% de los encuestados ni siquiera conoce la propuesta y solo el 35% piensa que, de ser escogidos por voto popular, la corrupción disminuiría. El tema es que habría que agradecer a Mier la deferencia. No tenían por qué hacer un foro ni tendrían que dar ninguna explicación ni señalar con el adjetivo más elegante que pudieron encontrar que el tema era “irreductible”. Ni inamovible ni intransitable. Simplemente Imposible. Es su santa voluntad y se la ganaron en las urnas.
Lo que resulta una dinámica desgastante es que frente a estos temas se hagan consultas y encuestas. ¿Se ha dado cuenta que siempre que este gobierno dice que le preguntará al pueblo, termina por simular que pregunta, esconde lo que en verdad busca y gana lo que desde el principio quería? La cancelación del aeropuerto, la genial consulta del sí, en donde no había manera de contestar más que sí a todas las obras propuestas por el Presidente, la revocación de mandato, el juicio a los expresidentes. Democracia de la simulación.
Suena bien decirle a la gente que para evitar la corrupción queremos que ella decida. Pero no es verdad. Si lo fuera, ningún Presidente o político elegido en las urnas hubiera robado. Escoger 1,600 jueces, magistrados y ministros de a una, no solo no evitará la corrupción, la curva de inoperancia por el proceso de cambio crearía un caos. Parece que el Presidente ya entendió la locura que significaría, puso el pulgar hacia arriba y aceptó que el cambio sea escalonado. Lo cierto es que en una sola línea o escalón por escalón, la decisión está tomada. No, no están preguntando, están disfrazando una nueva venganza.