Lo que en verdad sorprendió del gabinete

Ciudad de México /

Un limbo blanco, inmaculado. Ese fue el escenario escogido para que Claudia Sheinbaum presentara la primera parte de su gabinete. Un espacio construido como se construye una metáfora simple y de fácil comprensión: una hoja de papel en blanco en la cual aún no habita un solo trazo, porque todo está por escribirse. Algo que dice que se gobernará para todos sin decir una palabra. Nada de colores partidistas, guardando por el momento el guinda en el armario. Dignidad, sobriedad. ¿De qué color nos vestimos? Azul marino. Es elegante, corporativo, así como muchos bancos usan en su imagen, pensando que el color marino baja las pulsaciones, da confianza y ayuda a tomar importantes decisiones. Yo no tengo traje azul. Entonces, tú de negro. El caso es que nos veamos como un grupo unido, compacto. ¿Me explico, Marcelo? Transmitir seguridad y calma. Igual que hacen las aerolíneas que también usan mucho azul. A mí no me gusta el azul marino, a mí me gustan los colores alegres. Por eso quiero ir de blanco con una mascada que llame la atención. Entonces tú, Ernestina, serás el blanquito en el arroz.

Casi todos los primeros nombramientos del gabinete que se hicieron la semana pasada fueron considerados acertados, gente idónea para el cargo. Tan sólidos y potentes que lo primero que lograron fue poner en evidencia las carencias del gabinete anterior, al grado que a nadie se le ocurriría llamarlos floreros como antes con tanta facilidad se hacía. Lo curioso es que, por primera vez en años, estuvieron de acuerdo en ello tanto los que votaron por Morena como los que no. Y eso no para de darme vueltas en la cabeza. Me inquieta. Me llama

la atención.

El nombramiento de la doctora Rosaura Ruiz fue el que más sorprendió. La creación de la nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación hizo que nos regresara el alma al cuerpo o, más bien, que regresara la sensatez a la tierra. Volvemos a creer en la ciencia. No más ideología enturbiando el método científico. Esa que llevó a María Elena Álvarez-Buylla, directora del Conahcyt, a despreciar lo que ella llamaba la “ciencia neoliberal” porque había producido los avances más inútiles de la historia, como la llegada a la Luna. Cordura, por favor.

El tema es que resulta lógico que a los críticos y a mí misma nos entusiasme esta vuelta en “u”, lo que sorprende y anima es que a los seguidores de la 4T que favorecían todo lo que hacía y decía el Presidente, también les haga sentido. ¿Estaremos listos para innovar y ponerle propulsión al trapiche?

Todos los profesionales nombrados tienen estudios en el extranjero y la mayoría de ellos doctorado, lo cual siendo honestos, enorgullece. Los críticos siempre hemos peleado y defendido la profesionalización y excelencia de los servidores en el poder. Nunca nos bastó la máxima del Presidente de 90 por ciento de honestidad y 10 por ciento de experiencia. Y mucho menos la denominación de aspiracionista o el que nuestro mandatario considerara que a los que estudian fuera del país solo los enseñan a robar. Lo que hoy es nuevo es que al parecer los defensores e incondicionales de la 4T tampoco están de acuerdo con estas opiniones del Presidente. 

¿Nos estaremos poniendo de acuerdo? ¿Y si ahora repensamos la reforma judicial? 


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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