Nos están mintiendo

Ciudad de México /

¿Será que a nuestro Presidente nunca lo mandaron al rincón para mirar de cerquita esa escuadra de cemento gris en donde las paredes se juntan? De pie, sin voltear, sin hacer trampa —como decía la profesora—, mirando cómo se ceñía el salón de clases en esa precisa esquina, 90 grados sin ventanas ni salida. Una mirada sin destino y sin futuro para reflexionar las consecuencias de lo que había sucedido. Haber dicho una mentira. Esquina tras esquina, sin cenar antes de ir a la cama, y haciendo planas de “jamás volveré a decir una mentira”. ¿En qué instante se olvidaron las lecciones? ¿En qué momento votamos por un Gobierno que nos mentía y nos quedamos sin rincones a los que de manera bien merecida los pudiéramos mandar?

La semana pasada comparé los retos en las campañas de las candidatas a la Presidencia. Para Claudia, la disciplina y la continuidad, y para Xóchitl —más allá de vida, verdad y libertad, que mencionó en su discurso de cierre de precampaña—, sustenté la idea de usar la “verdad” como único eje. Como concepto rector del que todo depende: desde la “vida” y la “libertad”, hasta la nación. Con ello, “continuar en la mentira” podría ser la disyuntiva de esta elección. Miénteme más —diría la canción— que me hace tu maldad vivir.

Y es que la falta de verdad no es algo que se pueda dejar pasar, porque no pasa. La falta de verdad significa la inviabilidad de cualquier proyecto. No hay una apreciación moral en lo que escribo. Es simplemente ley de gravedad: arriba de una mentira no se puede construir una verdad. Es un contrasentido, un sobrepeso: se tambalea, se cae. Lo que se construya sobre una mentira siempre lo será. Con lo cual nuestro país nunca parecerá un país de verdad.

Sí, ya sé, me va a decir que todos los políticos mienten. Eso es verdad. Lo que es nuevo y también insólito es que juguemos a que no. Que se los permitamos. Que finjamos. Que nos hagamos. Buena imagen esa de que “nos estamos haciendo”. ¿Haciendo o deshaciendo? ¿Haciendo qué, si miramos para otro lado? Haciéndonos imbéciles. El Presidente nos prometió no mentir y le pasó lo que le pasa a muchos, inclusive a los niños, frente al problema le ganó el miedo y mintió.

Ayotzinapa, los desaparecidos, el AIFA que se promueve con un dibujito del que solo se construyó la mitad, un sistema aeroportuario por el que supuestamente se votó y jamás existió, el dinero derrochado en desquites, el dinero a oscuras, el fracasado sistema de salud, el de educación, los colaboradores corruptos de los que nada se dice. Basta. Absurdo enumerarlos. Todos lo sabemos. Los que están a favor y los que no. Mienten y vuelven a mentir y si lo sabemos es por simple y llano sentido común. Nos mienten.

Tanto, nos mienten tanto, que gran parte de la feroz polarización que vivimos surge de esas mentiras. ¿En qué país se ha visto que ambos polos se confronten por algo que saben que no es verdad?

A México le hace falta verdad. Desde hace cuánto que nos miramos con sospecha. Ser un país de primera empieza por ser un país de certezas. No las tenemos. Esa es la campaña de Xóchitl. Enfrentar con valentía la verdad. Y si no gana, es también la oportunidad para mandar a nuestro gobierno al rincón. Que aprendan a establecer con la ciudadanía una relación de equidad, una relación de verdad.


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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