Trump no es Biden

Ciudad de México /

Trump no es Biden. Utilizo esta obviedad en un lugar privilegiado de mi texto, para que durante los próximos cuatro años no se nos vuelva a olvidar. Trump no es Biden. De haberlo tenido presente, nos hubiéramos ahorrado buena parte de los pesares de la última semana y de la crisis diplomática que estamos viviendo.

No, no exagero, es una “crisis diplomática”, aunque no les guste que se diga. Primero, porque los políticos solo utilizan la palabra “crisis” en defensa propia, pero jamás como condición autoprovocada, y segundo, porque eso de la “diplomacia” nunca le ha sonado del todo bien a la izquierda. Le incomoda, le suena a té en taza de porcelana, a copita de oporto, a élite burguesa. Una práctica refinada en donde pocos conocen las verdaderas motivaciones, los intereses económicos en disputa y los acuerdos secretos. Todo, cosas que no digo yo, sino Marx y Lenin. De ahí que surgieran nuevos estilos de diplomacia y en especial la populista, esa que hace de la diplomacia tribuna nacional. Parece que le habla al mundo, pero en realidad va dirigida a lo que considera su pueblo, es decir, sus electores. Con lo cual, aunque a veces solo sea retórica o no resuelva el problema, no importa, en realidad lo que se busca es construir una narrativa propia y una identidad nacional convocantes. Sin darse cuenta, el propio ex presidente lo definía con claridad y ni siquiera se preocupaba por tener interlocutores de otros países. “La mejor política exterior es la política interior” —afirmaba—, dicho lo cual se iba a dormir temprano y rara vez salía del país.

Justo ese estilo de diplomacia fue la que metió a nuestra Presidenta en el problema.

“No estamos de acuerdo —dijo nuestra mandataria—, si es necesario nos vamos a movilizar”, a lo cual solo hizo falta pegarle la imagen icónica de las manifestaciones de migrantes en Los Ángeles: un hombre con el torso desnudo, encapuchado, ondeando la bandera mexicana entre el humo y el fuego de la movilización. Cabe añadir que, así como ”diplomacia” no es una palabra que le guste a la izquierda, “movilización” le fascina. De hecho, es un concepto central en la praxis de la izquierda. “Proletarios de todos los países, uníos”, convocaban Marx y Engels. Entendiendo la movilización como visibilización, como legitimación de la idea propuesta, como estímulo para la concientización y como presión para finalmente lograr el cambio perseguido.

Es cierto, nuestra mandataria hablaba de su desacuerdo con ponerle impuesto a las remesas sin alentar violencia, lo cual para todos fue claro; sin embargo, para Trump y Kristi Noem, su secretaria de Seguridad, fue una oportunidad única para hacer también política interna con la política exterior. Echarle la culpa a nuestra mandataria y evidenciar que la narrativa antiinmigrante de Trump es hoy más relevante que nunca, justo cuando sus preferencias frente al electorado han caído.

El gobernador de California y la alcaldesa de Los Ángeles son ambos demócratas y han defendido a los mexicanos contra Trump, pero no es suficiente. Nuestra mandataria vuela hoy a Canadá a una reunión a la que dudó en asistir para poder mirar a Trump por primera vez a los ojos, hacer diplomacia a secas y tratar de solucionar la crisis. Ojalá y alguien le recuerde al oído: Trump no es Biden.


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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