Al empezar el 2024 pudimos ver películas europeas que estábamos esperando con ansias: Hojas de otoño (Fallen leaves) del finlandés Aki Kurismäki, quien nos atrapa de nuevo con una historia y personajes sencillos pero entrañables que construyen un drama sobre la frágil posibilidad de comunicación entre dos seres solitarios. Que la historia suceda en un entorno nórdico no importa ya que la película teje la trama con matices perfectamente universales. Zona de interés (The Zone of Interest) de Jonathan Glazer, por su lado, se convirtió en uno de los grandes descubrimientos del año. Pensar y realizar una película sobre el holocausto nazi desde la perspectiva de un comandante de Auschwitz quien vive con su familia al lado del campo de concentración, parecería un imposible. Glazer decidió confiar en el poder del sonido y el conocimiento del espectador para crear un filme impactante acerca de “la banalidad del mal”, tema tematizado por la filósofa alemana Hannah Arendt.
El 2024 nos enseñó que la tendencia de relatos fílmicos subjetivos construidos con creatividad por directores jóvenes, sigue creciendo. Como muestra cito tres películas que pudimos ver en el año. Música del estadounidense Rudy Mancuso, un comediante y músico conocido por sus breves sketches en internet, narra e interpreta su búsqueda de un espacio y objetivo como hijo de una madre brasileña en la sociedad estadounidense. El atractivo del filme no resulta tanto de la historia sino de la manera cómo el filme nos trasmite la musicalidad y el ritmo de los sonidos que marcan nuestro entorno cotidiano. En la película Problemista, el realizador y actor Julio Torres interpreta a un joven salvadoreño en Nueva York quien sueña con convertirse en exitoso diseñador de juguetes. Atrapado entre el riesgo de ser deportado, las expectativas de su madre en El Salvador y las exigencias de una excéntrica crítica de arte, el joven y torpe soñador nos comparte su incertidumbre y angustia. Al grupo de películas con perspectiva subjetiva en las que los guionistas - directores también interpretan el papel del protagonista, pertenece Siempre habrá un mañana (C’ è ancora domani) de la italiana Paola Cortellesi. El filme se distingue de los anteriores ya que la realizadora, quien ha destacado como actriz y comediante, narra e interpreta la historia de una italiana que vive la posguerra al lado de un marido que somete a su familia con exigencias y violencia patriarcal. El filme se convirtió en uno de mis preferidos del año ya que Cortellesi narra, interpreta y pone en escena con especial maestría y sensibilidad estética.
Tanto el FICG como la ceremonia de los premios Ariel, exhibieron la fuerza e importancia del cine mexicano y latinoamericano. El FICG distinguió entre otras a las mexicanas No nos moverán de Pierre Saint Martin, La arriera de Isabel Fregoso y Corina de Urzula Barba Hopfner que no han llegado a los cines. Entre los distinguidos por un premio Ariel Todo el silencio de Diego del Río sigue en plataformas mientras que Tratado de invisibilidad de Luciana Kaplan y El éco de Tatiana Huezo llegaron por fin a la cartelera.