Cónclave

  • La pantalla del siglo
  • Annemarie Meier

Jalisco /

El mundo enigmático del Vaticano, cargado de vistosos rituales, ha sido escenario y referencia para un buen número de películas. En Roma (1972) Federico Fellini le dedica una secuencia en la que participamos en un desfile de modelos eclesiásticos, mientras que Nanni Moretti en Habemus Papam (2011) observa en acciones paralelas el interior del Vaticano con un cónclave, el exterior con fieles que esperan el resultado y un nuevo papa que duda de su fortaleza para asumir el encargo. Wim Wenders realizó con su documental El papa Francisco: un hombre de palabra (2018) el retrato del carácter y pensamiento del primer papa latinoamericano.

Cónclave del realizador alemán Edward Berger, toma el título de manera literal, ya que, salvo en un par de ocasiones, mantiene al espectador encerrado en los interiores del vaticano donde los cardenales viven el proceso de votación de un nuevo papa. La única comunicación que sostienen con el exterior es el humo de las boletas quemadas que emerge de la chimenea del Vaticano. Si es negro significa que la votación no arrojó resultado, si es blanco: Habemus Papam, tenemos papa.

La película empieza con la muerte de un papa. Es un papa ficticio, ya que Cónclave describe, a través de un drama de ficción, los preparativos y el proceso de elección de uno de ellos como el próximo papa. Acostumbrados a películas que desarrollan argumentos acerca de un dilema, nos preparamos a ver un filme en el que los personajes se la pasan debatiendo. Pero no, al cerrarse el portón los cardenales pasan a la primera votación. Lo interesante del guión de Peter Straughan, basado en un libro del escritor y ex periodista de la BBC Robert Harris son las negociaciones y los encuentros de grupos después y antes de cada votación. Los arreglos y conflictos entre cardenales, las autopromociones, las revelaciones y descubrimientos de posturas, ambiciones y confabulaciones secretas construyen una trama y el suspenso de un thriller que mantienen la atención en cada gesto, mirada y palabra de los personajes.

¡Y vaya qué personajes! Ahí está el decano Lawrence (Ralph Fiennes), designado para coordinar el proceso de votación. El cardenal británico, un hombre abierto y sincero aborda la situación con extrema seriedad y su discurso de apertura no es del agrado de la mayoría ya que sostiene que las dudas e incertidumbres son más valiosas que la certeza y la opinión prefabricada. La reacción a su discurso revela las más diversas posturas filosóficas, ideológicas y políticas del grupo de cardenales. Nadie menciona la fe, de lo que se trata es de la necesidad de una postura política adecuada al mundo moderno. Conservadora o progresista, apegada a las tradiciones o de pensamiento moderno, vertical o democrático. Edward Berger fue muy cuidadoso en el casting ya que la nacionalidad, cultura y lengua de los actores corresponden a los del personaje que interpretan. Importante también es el papel de la monja Agnes (Isabella Rosselini) y el cardenal mexicano Benítez (Carlos Diehz). El filme destaca, además, por su estética visual, que convierte los planos cenitales, los colores y coreografías de los movimientos coordenados de los cardenales, en exquisitas pinturas de época.


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