Al margen de los deseos y buenos propósitos de inicio de año como son bajar de peso, aprender idiomas, hacer ejercicio etc., etc., sería muy conveniente incorporar un necesario y benéfico deseo; apreciar y valorar en todo lo posible, las riquezas naturales que nuestro megadiverso país tiene, donde muchas al ser parte de nuestra dieta las consumimos con singular alegría, las utilizamos de ornamentación o por sus propiedades medicinales, sin considerar que estos recursos son finitos.
Tal es el caso de varias de las hermosas cactáceas endémicas como la Biznaga bola de hilo, la que por cierto lleva en su nombre científico Mammillariaherrerae, el apellido de Alfonso L. Herrera, quien fundo el jardín botánico y el zoológico de Chapultepec inaugurado el 6 de julio de 1923, también se registra en el status de peligro de extinción la Discorea mexicana, más conocida como caparazón de tortuga, las orquídeas, entre ellas la vainilla mexicana tan utilizada en la repostería y única en el planeta, encontrándose en nuestro país 9 especies de las 19 existentes en Mesoamérica, y solo por mencionar algunas de las cerca de mil especies que se encuentran en peligro, y con mayor riesgo cuando se utilizan para los alimentos y festejos de temporada.
En este caso se encuentra la popular biznaga, conocida como acitrón, resultado de la cocción de la biznaga con azúcar.
La biznaga cuenta con múltiples adaptaciones, resiste temperatura superior a 50º C en el día y hasta bajo 0º C en la noche, almacena hasta 2 mil litros de agua en su interior y sus hojas son espinas para no perder agua en la transpiración, alcanzando su maduración a los 60 años. Se considera que su nombre proviene del náhuatl huitznahuac, que significa rodeada de espinas.
Por su sabor y estructura está en la comida tradicional mexicana, especialmente en festejos de fin de año en los tamales dulces, picadillo, chiles en nogada, el pavo de Navidad la capirotada y en las ya próximas roscas de reyes.
Su extinción se asocia a la pérdida de su hábitat y la extracción desmedida.
Con todas sus adaptaciones la biznaga no puede sobrevivir al impacto de la mano humana, olvidamos que nuestros recursos son parte del ciclo de otras especies que al extinguirse también desaparecen y que la raza humana se encuentra cada vez en mayor riesgo. Que sea un propósito duradero conocer y cuidar la biodiversidad, fuente de vida y de su disfrute.