Medea o la insatisfacción

Jalisco /

“Mi pasión es más grande que mi razón”, dice Epicteto en sus Discursos, Libro 1 Capitulo 28, “Mi furia y el rencor de mi razón se apoderan”. La tragedia de Medea es la poderosa cauda de la decepción amorosa llevada al crimen. Medea cree castigar a todos los que la abandonaron, y en realidad se castiga a sí misma.

Al ser abandonada por su marido Jasón, entra en un vértigo de dolor que se convierte en una fuerza destructora, si nada queda de ese amor, que sea la sangre la que selle su destino.

Asesina a Jason, a la prometida que éste había elegido para crecer en su carrera política, y enloquecida, al ver que eso no mitigaba su pasión, asesina a sus dos hijos pequeños. Epicteto nos advierte que no debemos juzgarla, “decir que es una víbora”, “está cegada, cree que de eso obtendrá alguna ventaja”. La miserable ventaja de sacarse la humillación del cuerpo, de la memoria, de lavar su rostro ahora desfigurado por la irracional fuerza de sus manos.

La pasión nos desboca, nos arrastra, Medea quiere trasmitir, contagiar su impotencia a Jasón y cree que matando a sus hijos le hace daño. Se equivoca, el abismo se ha tragado sus pensamientos, el fuego de su espíritu ha calcinado sus sentimientos. Nadie, nadie puede sentir el dolor que ella vive, nadie puede sentir el amor que ella tiene por sus hijos. Eurípides sabía que la tragedia era la puesta en escena de la naturaleza humana y de sus pasiones más encubiertas, nos da ese espejo para que reconozcamos, es decir, volvamos a conocer a nuestro propio ser.

Le envía a la novia de Jason un velo envenenado, una túnica que al usarla le quema la piel, el cabello, y penetra en su sangre, es un insecto atrapado en una red mortífera. Es el cuerpo, Medea destruye al cuerpo virgen que ella ya no tiene, y que tampoco tendrá su esposo. No hay dos vírgenes, hay una, ella, que se entregó y ahora es la única que pudo acabar con el valiente y legendario Jason. No hay ventajas que podamos obtener de esa furia, al contrario, Medea hizo crecer su martirio, hasta convertirse en el verdugo de su destino.

Presenciamos la tragedia y nos horrorizamos, nos enseña que la realidad existe como una fuerza que nos absorbe, nos arrastra y es la voluntad la única que puede oponerse. Epicteto constantemente llama al albedrío, nos dice “lo que está en nuestro albedrí o nos atañe porque podemos gobernarlo”, lo demás debemos “analizarlo con las reglas que disponemos”. El crimen de Medea es excesivo, más grande que el mal que ella padece, más terrible que cualquier abandono. En eso está su poética, que ella al castigar, se señala como culpable, no analiza, siente. Medea carga con la culpa de ser abandonada por una mujer más joven, de ser una asesina, ella sola soporta el peso de la máscara terrible que le cubre el rostro. Sin satisfacer su pasión, con la razón destrozada, se sumerge en la soledad de saber que todo fue insuficiente, que el ruido no cederá. La muerte carece de significado.


  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
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