De sexo hay muchos libros de temática LGBT+. Pero de amor con todas sus dificultades, pocos, buenos. Porque hay muchos muy variados sobre el amor pero literariamente pobres, se quedan en la superficie. No tocan la pérdida de un ausente cuando, después de varios años, alguien muere (como la novela de Christopher Isherwood, Un hombre soltero, editado por Acantilado). O los ya clásicos Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar; El cuarto de Giovanni, de James Baldwin, y Maurice, de E.M. Forster. Yourcenar introduce la figura del Antínoo, el menor, amante de Adriano ahogado en el río Nilo. Baldwin a través de su personaje, David, lucha contra su sexualidad pero se transforma a causa del amor a Giovanni, cuando no aceptarse era una tragedia. Forster entrega una historia imposible en la época de la Inglaterra victoriana. Hay dos novelas lésbicas inmejorables: Carol, de Patricia Highsmith, y El pozo de la soledad, de Radclyffe Hall. La primera se vive como una liberación, la segunda, como un tormento social de época. Otra autora con potencial literario es Jeannette Winterson, con Fruta prohibida. No encuentro en América Latina un autor que escriba de una historia amorosa, salvo el chileno Pedro Lemebel con Tengo miedo, torero, esa historia compleja entre la lucha por los derechos civiles y las reivindicaciones individuales.
No me malinterpreten. Hay literatura LGBT+ con historias espléndidas pero no de parejas. Amo los libros de Gore Vidal por intensos. Admiro a escritores como el inglés Alan Hollinghurst, un autor refinado y sórdido que puede elevarnos a las alas del deseo, ahí donde Jean Genet no puede faltar. Pero no son sus temas centrales el amor como eje de una relación afectiva más allá de lo sexual. Hablo de amor porque acabo de leer un libro que me atrajo poderosamente en mis vacaciones y que leí con enorme interés: El invitado amargo, de Vicente Molina Foix y Luis Cremades, editado por Anagrama. Un novelista y un poeta que nos narran su afecto con una virtud inusual: sus intereses intelectuales que rebasan la simple relación amorosa.
“Qué cosa es el amor, medio pariente del dolor”, escribe Liliana Felipe en una canción. De ello nos ocuparemos la próxima semana…