La literatura de cafetín puede ser todo menos intrascendente. Con sus títulos sensacionalistas y apuestas por las soluciones prontas, ofrece una alternativa acorde a una era en la que se precisa eficacia. Donde lo que menos sobra es tiempo y, sobre todo, método para resolver la vida misma.
Mucho se puede criticar a esas publicaciones que pululan en las líneas de caja de las cafeterías, en las secciones de libros de moda de las tiendas y en los entornos digitales, pero de que no pasan de largo es un hecho. De ahí a que sirvan es otro cuento.
En el imaginario colectivo hay títulos por doquier, pero uno de ellos me llama la atención por su singular manufactura y actualidad: “Los hombres (a veces, por desgracia) siempre vuelven”. Suponiendo sin conceder que su aportación al bienestar emocional de quienes padecen el retorno masculino sea un hecho, el nombre del texto es útil para comprender un fenómeno de la industria del espectáculo.
En la inercia del mercado que insiste en apelar al regreso como el más significativo de sus recursos y a la nostalgia como la medida más rentable, se registra otro de los lances de la música. La vuelta de la banda Oasis es un hecho y ha movido las conciencias melómanas mundiales, después de quince años de haber sucumbido a incontables luchas de egos.
Así, los hombres de Manchester vuelven, como lo suelen hacer los de su género, de acuerdo con el libro de Penélope Parker. Lo que podría considerarse la noticia que traerá regocijo a la prensa sensacionalista, por cuanto riesgo de escándalos provea el retorno a los reflectores de los hermanos Gallagher, ha tomado por sorpresa a la opinión pública y puesto en órbita la obra de los implicados.
Como suele pasar en casos como este, el gallinero global ha enloquecido, las camisetas con el logotipo de la agrupación se han desempolvado y las canciones retumban en las playlist de los seguidores y de los no iniciados. Y por más que este planeta haya cambiado en tres lustros, volver a escucharlos debe ser una de esas experiencias dignas de vivir. Al menos esa es la idea de la banda y del marketing conducente.
Si, en efecto, es verdad que los hombres siempre regresan, me gustaría creer que el caso de Oasis no será una de esas ocasiones que suceden por desgracia. Ojalá que las diferencias entre los parientes no permeen la naturaleza de la vuelta, que se imponga el talento a la soberbia y gane el gran público al que, a fin de cuentas, se dirige el nuevo show.
Mientras eso ocurre, no puedo evitar ir por doquier canturreando: “So Sally can wait / she knows it's too late / as she's walking on by. / My soul slides away / but don't look back in anger / don't look back in anger / I heard you say / at least not today”.