El arquitecto y la guerra interna

Ciudad de México /

Es entendible por qué desde México muchos han visto la reciente embestida en contra de los migrantes de Los Ángeles como un ataque a nuestro país. Las víctimas de estas acciones son en su mayoría paisanos que viven allá y, la mayoría, que llevan muchos años trabajando honestamente en el país del norte.

Las escenas que hemos visto estos días en Los Ángeles y sus alrededores por la movilización de ICE arrestando a los primeros que encuentran son leídas como un ataque directo a México.

Creo, sin embargo, que nuestros paisanos son víctimas de una guerra, de una batalla interna en Estados Unidos que tiene que ver con mucho más que ellos, los migrantes, y que seguiremos viendo en los próximos años.

Tal vez porque pasé más de una década de mi vida profesional viviendo y trabajando allá, en los últimos años, sobre todo después de lo que sucedió en el Capitolio después de la elección que Trump perdió, he leído muchos libros y estudios que cuentan el origen de lo que hoy vemos.

Hace un par de décadas que se comenzó a formar un movimiento, primero aislados unos de otros, pero cada vez más comunicados que decepcionados y otros muy enojados del liberalismo económico y social del siglo pasado, comenzaron a organizarse para discutir cómo influir en lo que para ellos se había hecho muy mal en su país.

Hoy el ejemplo más público en lo internacional es la migración, pero desde hace varios años la lucha de estos grupos en sus pueblos, ciudades y estados tiene que ver con la educación pública —que aborrecen por “liberal”—, la separación de la la iglesia del Estado —que, están convencidos, va contra los principios en los que fue fundado el país—, la intervención del gobierno en la vida cotidiana —las armas, el mejor ejemplo— o que se permita el aborto y en la actividad económica y productiva.

Estos grupos encontraron en Trump un líder, porque ese líder encontró que darles gusto le daba votos y poder —no porque crea mucho en lo que ellos creen—.

Hacer las redadas en Los Ángeles días antes del desfile militar del sábado y cuando se discute en el Congreso la iniciativa que dará recursos a las propuestas de Trump, no solo es porque ahí hay muchos migrantes. Es también porque Los Ángeles —y California— es la ciudad que este movimiento odia, por liberal, diverso y lo que ellos llamarían lleno de la élite woke.

Stephen Miller, la mano derecha de Trump, originario de Los Ángeles, arquitecto de todo esto en la Casa Blanca, odia Los Ángeles de hoy. Y es ahí donde quería hacer explotar esta guerra cultural.


  • Carlos Puig
  • carlos.puig@milenio.com
  • Periodista. Milenio TV, Milenio Diario y digital, de lunes a viernes. Escucho asicomosuena.mx todo el tiempo.
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