Dijo con contundencia Claudia Sheinbaum en el debate que ella estaba a favor de la prisión preventiva oficiosa. Esa que se dicta sin valorar pruebas, condición del detenido ni de la víctima, nada más por estar en un catálogo inmenso de delitos que hoy por hoy contiene nuestra ley.
Después repitió la mentira mañanera de que decenas de miles saldrían de prisión y luego dijo que quería que la extorsión también tuviera prisión preventiva oficiosa; un delito más, como si de algo sirviera, como si el amplio número de delitos que este gobierno ha incluido en dicha lista hubiera ayudado a reducir la inseguridad y la criminalidad.
Habrá que repetir que la prisión preventiva oficiosa no evita la prisión preventiva. Simplemente pone en el Ministerio Público la carga para probar ante el juez el porqué alguien tiene que pasar su tiempo de proceso —que en México es eterno— en prisión cuando aún es inocente, al menos eso dice la Constitución.
Tiene que probar que el arrestado es un peligro para la víctima u otras posibles víctimas o que es un riesgo de fuga o múltiples otras razones. La PPO ahorra eso victimizando a los presuntos culpables. ¿A quién afecta tal medida? Sobre todo a los más pobres que no tienen un abogado. Eso dicen los datos.
¿Por qué una mujer que se dice de izquierda, que en muchas cosas demuestra ser de izquierda, hija del 68, quiere tanto a la prisión preventiva oficiosa? ¿Por qué la ve como una medida para combatir la inseguridad? ¿No bastan los datos de violencia? Basta ver los homicidios de abril y lo que va de mayo para saber que la acumulación de delitos que merecen prisión de oficio no sirve de nada.
Entiendo que a su principal asesor de seguridad, Omar García Harfuch, le guste lo de la prisión preventiva. A todo policía le gusta. Les ahorra chamba, causa miedo en todo mundo, pone la carga del posible castigo en el Ministerio Público a la hora del juicio mucho tiempo después y da la impresión de que hubo “un castigo”.
Basta revisar el número de arrestos en la ciudad cuando García Harfuch fue el jefe de la seguridad y el número de encarcelados con PPO para probarlo.
Pero eso, insisto, lo hace un policía.
Por eso encima de los policías están los políticos, los jefes, los fiscales —no en el caso de CdMx, donde prácticamente le entregaron la fiscalía—.
¿Cómo concilia Claudia su pasión por la prisión preventiva de oficio con su autodescripción como mujer de izquierda?
Es una duda razonable.