“En primer lugar, no hay precedente, en ningún gobierno democrático, de que un mayor de justicia militar interrogue a un civil que encabezó los trabajos de una Comisión de la Verdad”, escribió el lunes pasado Alejandro Encinas en su columna de El Universal.
Dijo el ex subsecretario de Gobernación, ex presidente de la Comisión Presidencial por la Verdad y Acceso a la Justicia del caso Ayotzinapa que “tampoco lo hay en que una dependencia del Ejecutivo federal, como lo es la Fiscalía General de Justicia Militar, ejerza acciones en contra del titular de otra institución del mismo Poder Ejecutivo (...) como sucedió en mi caso”.
El asunto, derivado de la imputación por algunos delitos a militares desplegados a Iguala aquel día, recibió la condena y “preocupación” de organizaciones de derechos humanos y comentaristas de todos los bandos.
El asunto llegó el viernes en la mañanera. Al Presidente López Obrador le preguntaron si eso era una revancha contra Encinas: “No —dijo el Presidente—. Fue testigo, y además todos tenemos que contribuir y hablar con la verdad, y no hay ningún problema. No debe de haber fueros para nadie, menos en estos casos, hablar sobre lo que se hizo. Porque si se cometieron errores, también hay que decirlo. Pero no pasa nada, nada absolutamente. Y ojalá todos, todos, todos participen”. Como en otras ocasiones cuando se trata del Ejército, el Presidente se puso del lado de los militares para luego minimizar los hechos… no pasa nada…
Pero sí pasa. Pasa que el empoderamiento nunca antes visto en el último medio siglo del Ejército que ha provocado y permitido este gobierno les permite, cuando las cosas no salen como ellos, los verdes, quisieran, ir en contra de quien los ha empoderado.
No es gratuito que los militares acusados por ese caso, como los acusados por presunta ejecución extrajudicial en Nuevo Laredo, tengan medidas cautelares fuera de prisión a diferencia de la mayoría de los indiciados en México por crímenes similares.
Alejandro Encinas es hoy el coordinador de la transición para el equipo que gobernará la Ciudad de México los próximos años. Seguramente tendrá una posición importante en ese gobierno o, tal vez, en el federal.
Está claro que la institución más poderosa hoy en México lo está mirando. Y no están contentos.