Ayer se creó un miniescándalo por el anuncio de Alejandra del Moral de que renunciaba al PRI para irse a apoyar a la candidata de Morena a la Presidencia, Claudia Sheinbaum. Los priistas (que quedan) de Estado de México salieron a darle con todo y en redes les recordaron a los morenistas sus múltiples ataques a la ex candidata del PRI para Edomex durante la campaña en la que perdió contra Delfina Gómez.
Digo que el escalo es mini porque lo del grupo de poder priista en Edomex ya no existía, el gobierno del primer hombre de Atlacomulco en llegar a la Presidencia de la República, su desempeño, había acabado con eso. Y como eso eran, un grupo que quiere poder o podercito —con todo lo que eso implica, incluida impunidad—, la migración al partido que gobierna ha sido masiva desde hace un rato. Basta ver a los ex gobernadores —esos que sí ganaron sus elecciones— hoy vestidos de algún partido de la alianza oficialista o los que son felices en algún país haciéndola de embajadores. El PRI no estuvo nunca hecho para perdedores, menos para los que por mucho tiempo no lo fueron. Insisto, están ahí para tener poder o podercito e impunidad.
Ahora, mal haríamos, como tantas veces se ha hecho desde el año 2000, en anticipar algo así como la muerte del tricolor. Ya no tiene más gubernaturas que perder y no se ve claro que gane alguna el 2 de junio con un candidato o candidata que sea suya, salvo tal vez Morelos y puede ser que la ciudad de Monterrey, aunque no se ve sencillo.
Pero el Legislativo es otra cosa. Si uno ve las listas y las asignaciones de la alianza, parece que Alejandro Moreno y su equipo fueron bastante más hábiles en la distribución de lugares en las listas de aspirantes que Marko Cortés —no que eso sea muy difícil—. He visto algunas proyecciones que indicarían que podría haber tantos priistas como panistas —cualquiera que sea el número— que lleguen a las cámaras.
Y eso, en el muy probable caso de que no se logre la mayoría constitucional por parte de la alianza oficial, sí podrá terminar dando poder a Alito y aliados. Ese poder, no mucho más, pero no está mal para un partido al que se le ha pronosticado su muerte tantas veces. Después de Peña Nieto no había mucho más que hacer. Además, cada vez tenemos más partidos de esos que solo están ahí para negociar y tener dinero y algunos privilegios. No está mal, pensará el campechano.