Llega Donald Trump a la reunión del G7 en Canadá después de que en su país se han vivido los días más intensos de su segundo turno en la Casa Blanca. Días que marcarán no solo su autoridad en la reunión, sino su conversación cara a cara con la presidenta Claudia Sheinbaum, la primera que se convierte en fundamental para ambos países.
El movimiento No Kings, surgido a partir de la decisión de Trump de hacer un desfile militar el sábado, desfile que no se hacía en Estados Unidos desde hace décadas, fue un éxito. En cientos de ciudades de todos los tamaños, los norteamericanos salieron a las calles de manera pacífica a repudiar las decisiones y maneras de un presidente que quiere saltarse, y en muchos casos lo ha hecho, los otros poderes para imponer su agenda y sus caprichos.
La convocatoria de un numeroso grupo de organizaciones defensoras de derechos a lo largo y ancho del país se vio reforzada por la reciente decisión del gobierno trumpista de comenzar con redadas migratorias en Los Ángeles, la ciudad de migrantes por excelencia, y el envió de la Guardia Nacional —decisión que corresponde a los gobernadores, no a la Federación— y los marines después de algunos incidentes de violencia.
Las manifestaciones a lo largo y ancho del país vecino opacaron la celebración en Washington más bien desangelada por la amenaza de lluvia y la falta de organización. El ejército estadunidense había pedido a Trump no hacer el desfile. No fue un buen día para el presidente que se cree todopoderoso.
Un día antes del desfile, en contra de la voluntad del arquitecto de las medidas antimigrantes, Stephen Miller suspendió las redadas en campos agrícolas, restaurantes y hoteles por la petición de empresarios de esos sectores y la intervención de su secretario de Agricultura.
El sábado, en su discurso para coronar el desfile militar, Trump no hizo una sola referencia a las marchas de No Kings ni a los sucesos en la última semana en Los Ángeles. Las palabras de Trump no parecían las de Trump de siempre. Todo indica que escuchó al ejército, que no quiere que su imagen se politice y se sumerja en la polarización que el habitante de la Casa Blanca provoca y disfruta.
A todo esto, se suma el asesinato, por razones políticas, según las autoridades, de una legisladora estatal de Minnesota y su esposo.
Así llegó Trump a Canada y a su primer encuentro con la presidenta Sheinbaum. Para nada quiere decir que será una perita en dulce, pero seguro no hubiera querido llegar así.