2024 fue el año más caliente de la historia. Durante miles de años, la temperatura del planeta permaneció estable a un promedio de 15 grados centígrados. La estabilidad del clima hizo posible la vida como la conocemos. Pero las condiciones que determinan la temperatura del planeta comenzaron a cambiar en el siglo XIX, con la Revolución Industrial. El Acuerdo de París, firmado en 2015, propuso limitar el incremento de la temperatura global a 1.5 grados por arriba de su nivel preindustrial (el periodo comprendido entre 1850 y 1900, cuando los registros del clima empezaron a ser fiables). La cifra no era arbitraria: 1.5 grados es el umbral más allá del cual los científicos consideran que los cambios provocados por el clima pueden ser devastadores. En 2024 pasamos ese umbral: la temperatura media en el mundo fue 1.6 grados arriba de su nivel preindustrial. El aumento de la temperatura, mínimo en apariencia, tiene ya consecuencias desastrosas, como la inundación de la tercera parte de Pakistán, el incendio de los bosques de Canadá, la desaparición de los arrecifes de coral en Australia, la sequía más extrema en la historia de China. Quiero hablar aquí de algo distinto: la muerte de los glaciares en las montañas.
Las Naciones Unidas proclamó 2025 el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares. Los glaciares son enormes masas de hielo que cubren alrededor de 10 por ciento de la superficie del planeta. Están retrocediendo en todas partes, no sólo en Groenlandia y Antártida. En América, entre 78 y 97 por ciento de las nieves de los Andes podría desaparecer antes de 2100, según la Unesco. En Asia Central, los glaciares de Tian-Shan y Pamir, las dos principales cadenas de montañas de la región, han perdido 30 por ciento de su volumen en los últimos sesenta años, según el Banco Euroasiático de Desarrollo. En África, las nieves del Kilimanjaro desaparecerán, junto con los últimos glaciares del continente, antes de 2050. En Europa también. Suiza es un país de montañas: tiene más de mil glaciares. ¿Cuántos van a sobrevivir el siglo? “La pregunta, que podría parecer descabellada hace sólo unas décadas, ya no lo es”, escribe Agnès Bardon este mes en El Correo de la Unesco. “Según los expertos, los glaciares suizos se han derretido más en los últimos dos años que entre 1960 y 1990”.
La amenaza a la biodiversidad de las montañas es la consecuencia más directa de la desaparición de los glaciares: muchas especies vegetales y animales han desaparecido. Los glaciares desempeñan también un papel fundamental en el ciclo hidrológico: alrededor de 70 por ciento del agua dulce del planeta se halla en forma de nieve o hielo, esenciales para el abastecimiento de millones de personas. Y los glaciares contienen una dimensión cultural y espiritual para los pueblos indígenas de las montañas: el Hinehukatare para los maoris de las cordilleras de Nueva Zelanda, el Ausangate para los quechuas de las cumbres del Perú, el Khawa Karpo para los chinos de las cimas del noroeste de Yunán.
¿Qué debemos hacer? Podemos empezar por estar mejor informados. Un estudio de la Unesco, hecho en 2021 sobre los programas escolares en un centenar de países, revela que sólo en la mitad es abordado el cambio climático, que la mayoría de los jóvenes es incapaz de explicar.