El emperador del fin del mundo

  • Tiempos interesantes
  • César Romero

Ciudad de México /

¿Representa Donald Trump el fin del mundo? Sinceramente creo que no.

Ciertamente su regreso a la Casa Blanca reafirma el mal estado de muchas cosas en este final del primer cuarto del siglo XXI:la distribución de la riqueza, nuestra relación con la naturaleza, la banalización de la política e incluso de los valores que supuestamente profesamos . Personalmente creo que el egoísmo y el racismo son los dos síntomas más preocupantes de este tiempo.

Intento comprender las razones por las cuales casi 77 millones de estadounidenses votaron por él. Un sistema económico brutalmente desigual. La frustración y decadencia de la generación que heredó un imperio y lo siente perdido. La innegable capacidad de comunicar del propio personaje: si la política es un espectáculo, por qué no habrían de gobernarnos los payasos. También cuenta el agotamiento de las viejas liturgias del poder.

Finalmente, debo reconocer que el fenómeno Trump no es único. El negocio del miedo (9-11), el negocio de la rapiña (la crisis global del 2008-09) y el negocio de las mentiras y la manipulación (Brexit), le han abierto las puertas a los neo-nacionalismos radícales y los liderazgos populistas que pululan por todos lados. Empezando por Estados Unidos.

Aquí es cuando la fantasía del "hombre fuerte" resulta atractiva para mucha gente. Suponer que un junior de 78 años de edad, un señor famoso y de ego enfermo de gigantismo podrá revertir el avance histórico de China, promover la "limpieza racial" dentro de Estados Unidos y reordenar, mediante "guerras nucleares controladas" los mapas imperiales alrededor del mundo, es poco menos que delirante. Pero en esencia eso les prometió y para eso lo eligieron.

Poder tiene. Una clara mayoría conservadora en la Suprema Corte, también el control tanto del Senado como de la Cámara de Representantes. Y, sobre todo, cuenta con una especie de momentum imperial que ha obligado a innumerables personajes a realizar una especie de peregrinación hacia su mansión en Florida para ir a besarle el anillo. La ilusión del retroceso histórico es casi perfecta.

Como si no tuviéramos memoria histórica. Como si no supiéramos que todos los imperios, dictaduras y sultanatos terminan por derrumbarse a causa de sus profundas fracturas internas.Y vaya que en el Estados Unidos de hoy son más que evidentes. De hecho, aunque buena parte de su vida profesional Trump la ha pasado en Nueva York, en pocos lugares del mundo es más rechazado que ahí. No de balde pregona que tiene su residencia en Florida y sus raíces en New Jersey, su estado natal.

En dos semanas el señor Trump regresa a la Casa Blanca, sin duda con mucho poder, pero sin el respaldo de la mitad de su propio país y con un amplio rechazo social en el resto del mundo. Ahí radica su principal debilidad.

La ruta no será fácil, ni en el corto plazo y tampoco sin costos, pero el trumpismo pasará. Su propia existencia es evidencia clara de la magnitud de los problemas reales que tenemos que enfrentar. No dudo de que el personaje sabrá escabullir el bulto --para eso sirven los chivos expiatorios--, pero me cuesta mucho pensar que el aislacionismo y el supremacismo racial puedan convertirse en soluciones reales a los grandes desafíos de nuestro tiempo.

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