En lo que es, hasta ahora, uno de sus movimientos más radicales, el presidente de Estados Unidos le ha declarado la guerra a California. Sin duda, sabía perfectamente lo que provocaría hace 10 días, cuando ordenó redadas anti-inmigrantes indiscriminadas en downtown Los Ángeles.
Como en la Noche de los Cuchillos Largos, que llevó al asesinato de 85 personas en la Alemania Nazi del 30 de junio al 2 de julio de 1934, Donald Trump abre las puertas al caos y una agenda de ruptura profunda en las estructuras sociales y políticas de su propio país.
Confrontado ya con el resto del mundo --salvo un puñado de regímenes autoritarios--, recurre al racismo y la xenofobia como excusa para comenzar una especie de purga de quienes se atrevan a desafiar su apetito de autócrata. Por ello el bizarro desfile militar en Washington, justo en el día de su 79 cumpleaños.
La ruta de provocación es bastante obvia: (1) Sataniza a la inmigración. (2) Rompe familias binacionales. (3) Cuando, por miedo, la gente sale a las calles a protestar, asegura que se trata de una "insurrección", una especie de "invasión extranjera". La cual (4) promete que aplastará.
Ahora su pleito principal es contra las autoridades de California, el gobernador y la alcaldesa de Los Ángeles. Pronto vendrán el torrente de insultos y desplantes represivos contra las otras "ciudades santuarios"; es decir, las principales ciudades estadounidenses. Sobre todo, donde haya gobernantes del partido demócrata. En su narrativa cabe perfecto el asesinato de una congresista local de Minnesota o el acallamiento violento de un senador de California.
No nos equivoquemos. Aunque su bandera principal sigue siendo el anti-mexicanismo con el que saltó a la Casa Blanca en 2016, su objetivo central no son siquiera los cientos de inmigrantes arrestados en los días pasados. Tampoco, sus desplantes para aterrorizar hispanos, minorías étnicas o religiosas. Lo suyo es echarle más gasolina al fuego.
Trump busca el poder absoluto. Solo así tendría algún sentido esa especie de cruzada de purificación racial que intenta justificarse con las poderosas imágenes de activistas encapuchados causando destrozos, mientras ondean la bandera de México. O los ataques desde el Salón Oval contra la tibia retórica de Claudia Sheinbaum.
Vamos, seguramente pronto tratará de aprovechar la visión trasnochada de quienes reclamen el origen histórico de California como parte del territorio mexicano; esto es, previo a la invasión militar de 1846-47.
Si acaso, parcialmente el tema de L.A. podría entenderse como una maniobra de distracción ante su estruendoso divorcio de Elon Musk, el hombre más rico del mundo. Aunque es claro que el maestro del caos quiere más. Hábil es... y también vil.
Debemos tener claro que California, en sí misma, constituye una de las economías más grandes del planeta. Además, es el estado más poblado de la Unión Americana y electoralmente sigue siendo de un azul sólido. En muchos sentidos su identidad cultural representa todo lo contrario de la visión populista de Trump.
Si la Noche de los Cuchillos Largos representó un momento clave en la consolidación del poder dictatorial de Adolfo Hitler, guardando todas las debidas proporciones, lo que ahora ocurre en Estados Unidos es un intento de consolidación de una presidencia imperial.
Aunque, quizás también abrirá las puertas al resurgimiento de una historia clásica de California; la de El Zorro.
Inspirada en la imagen de los bandoleros de California de los siglos XVII y XIX, el cuento un noble caballero Don Diego Vega, viene de 1919, que es cuando Johnston McCulley publicó "The Curse of Capistrano", la primera de las 65 aventuras en las que ese héroe enmascarado luchaba contra la injusticia en el Pueblo de Los Ángeles de la antigua California, controlada entonces por la corona española. Se trata del mismo personaje que protagonizó en 1920 "The Mark of Zorro", una de las primeras películas que llevaron a Hollywood a convertirse en la principal constructora de narrativas fantásticas de nuestro tiempo.
No me queda claro si Mr. Trump entiende que mientras más espacios de poder concentre, más anti-cuerpos genera. Hasta hace cosa de dos semanas Gavin Newsom era, casi, un perfecto desconocido. Hoy, sin necesidad de ser un extraordinario espadachín o mago en el uso del látigo, ha encontrado una oportunidad histórica: oponerse al aprendiz de tirano.
La nueva aventura bélica de Mr. Trump puede tener costos inmensos. Al romper familias daña el tejido social; al perseguir a los trabajadores más vulnerable, lastima la economía. Y cerrando las puertas a los estudiantes extranjeros, son perfectos ejemplos del proverbial "balazo en el píe".
La estrategia de convertirse en el bully global le podría funcionar en lo inmediato, pero más pronto que tarde, acelerará el ocaso de la America imperial que tanto añora.