Caray, que terrible es tener la razón. Bautizar este espacio con el nombre de la proverbial maldición china --"...que vivas tiempos interesantes"-- me pareció una buena idea. Hoy que Donald Trump regresará a la Casa Blanca, ya no le encuentro la gracia.
Sin problema confieso mi condición de optimista congénito. Más o menos acostumbrado al oficio de llevar la contra y optar por "the roadnottaken", creo que el claro aumento en la expectativa de vida en la mayor parte del planeta, el notable avance en la ciencia y la tecnología en varios campos y la pasión de las nuevas generaciones por rescatar el medio ambiente, son señales claras de que el futuro será mejor.
Y sin embargo...
La contundente victoriade la retórica de un "nacional-populismo" de cuño xenófobo y racista en las elecciones de Estados Unidos perfilan cuatro años más de turbulencias, fracturas y retrocesosa escala mundial.
Por supuesto que todavía nos queda el recurso de avestruz. Negar la realidad y cruzar los dedos para que el presidente Trump no cumpla sus promesas de deportar once millones de inmigrantes indocumentados, de encarcelar a sus críticos, y destruir la economía mexicana, es siempre una tentación.Por cierto, se trata de la misma fórmula que llevó a Chamberlain a darle la mano a Hitler.
Brutal derrota para quienes quisimos ver en la candidatura de Kamala Harris una especie de revuelta civilizatoria en la que una agenda de equidad de género, de inclusión social y respeto al resto del mundo podría detener los vientos de intolerancia que intentan restablecer la America Imperial que siguió a Segunda Guerra Mundial.
Además de Vladimir Putin, Jair Bolsonaro, Kim Jong Un y los demás regímenes autoritarios alrededor del mundo, con Trump ganan, también, el capitalismo salvaje y, en cierto sentido, un tipo de liderazgo asociado a una masculinidad bastante rupestre. Un modelo al que se sumaron --según las primeras cifras-- importantes segmentos de los votantes hispanos y afroamericanos.
Pero no solamente ellos: de los poco más de 142 millones de estadounidenses que finalmente votaron, 72 millones lo hicieron por el multimillonario disfrazado basurero y de empleado de McDonald´s.
Mención aparte es el tema de la narrativa mediática. En esa pista lo más importante, en mi opinión, es que no son medios --en el sentido de observadores neutros y objetivos de una realidad extena--, sino participantes activos en la disputa por la construcción de historias interesadas que hacen suya inmensas cantidades de personas. En este caso, el triunfo mayor fue para la "social media", en especial para el señor Musk y el torrente de videos de perritos y gatitos supuestamente devorados por hipotéticos inmigrantes en Springfield, Ohio. O sea, las fake news.
Por supuesto que este no es el fin de la historia. Las relaciones internacionales seguirán en la pista de la realpolitik y su lenguaje principal seguirá siendo el de la fuerza. Mr. Trump volverá a jugar Monopoly con economías y sociedades de verdad. China seguirá avanzando sus piezas y las sociedades civiles de muchos países seguirán creyendo que la democracia es el menos malo de todos los sistemas. La vida sigue y, diría el clásico, está en otra parte.
En la pista internacional, el segundo gran desafío será para México (Ucrania es el primero). Hay que reconocer que buena parte de los latinos votaron por Trump y eso complicará, aún más, "el tema fronterizo". Además, más o menos pronto, nos confrontaremos con el hecho de que las remesas no son eternas y que nuestros "héroes migrantes" merecen y así lo comienzan a exigir, respeto.
Para colmo, si no negocian pronto, los cárteles criminales mexicanos, sus socios y cuidadores, tendrán que buscar cuevas y escondrijos para evitar la lluvia de bombas ya anunciadas por "el presidente delincuente". Y sorry, así le llamo porque legalmente lo es.