El modelo Bukele en Argentina

  • Mirada Latinoamericana
  • Daniela Pacheco

Ciudad de México /

Luego de ordenar la represión contra quienes protestaban por la “Ley Bases” en Argentina, la Ministra de Seguridad de ese país, Patricia Bullrich, viajó a El Salvador, con la consigna del Gobierno de Javier Milei de replicar el “modelo de seguridad” de Nayib Bukele; un hecho para nada sorpresivo viniendo de dos mandatarios que apuestan por implosionar el Estado para satisfacer los intereses de unos cuantos.

La estrategia de mano dura de Bukele sólo ha sido posible gracias a la desarticulación del sistema de contrapesos y a la toma de todos los poderes del Estado, que facilitan el permanente estado de excepción y la sistemática violación a los derechos humanos, dos elementos que tampoco detendrían a Javier Milei.

Antes de calificar recientemente a Bukele como un “arrogante que solo busca controlar el poder para sí mismo y hacer rica a su familia”, el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, también levantó la mano para expresar su deseo de replicar su modelo en el país andino, sin tener en cuenta, por ejemplo, que la violencia y el financiamiento de las pandillas es distinta a la de una organización criminal transnacional como los carteles.

El país del Cono Sur es, al igual que Ecuador, especialmente, un país de tránsito de las rutas internacionales del narcotráfico. El multimillonario negocio ha encontrado también facilidades para el lavado de dinero en Argentina, que con la “Ley Bases” y su capítulo de amnistía fiscal, —a un paso de ser aprobada por la Cámara baja—, será más permeable al ingreso de capitales ilícitos en un país con fronteras ya porosas y con provincias azotadas por la violencia del narco como Rosario.

El enfoque en el uso de fuerzas militares o de la mano dura para combatir la criminalidad puede tener ciertos efectos paliativos a corto plazo, que algunos califican como exitosos, si es que encerrar gente inescrupulosamente por siempre, en cárceles que parecen campos de concentración sin ningún plan a largo plazo, lo es. Sin embargo, históricamente ha demostrado ser menos efectivo y más costoso que las estrategias integrales que abordan las causas subyacentes de la delincuencia como la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la falta de derechos básicos.

El poder corruptor del narco es enorme y declararle la guerra con mano dura como única estrategia solo trae mayor corrupción y violencia, especialmente en países altamente desinstitucionalizados. El enfoque punitivista impuesto desde Estados Unidos de más cárceles, más policías, más militares, y de criminalización de la pobreza, no ha tenido ningún resultado positivo en nuestra región. Todo lo contrario.

Mientras muchas masas se dejan seducir por la política de mano dura en nombre de la defensa de “los ciudadanos de bien”, ésta ha demostrado ser inmune al narcotráfico y la criminalidad, que son transnacionales.

Bien advertía Galeano que “no hay que caer en la costumbre de algunos intelectuales que aman a la humanidad, pero desprecian a la gente”.


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