Guerra de chips: la geopolítica de la tecnología

Ciudad de México /

Para quienes nos relacionamos con la tecnología desde la perspectiva del usuario, un chip puede ser cualquier componente interno en nuestros aparatos de procesamiento de información, tales como teléfonos, computadoras o tabletas. Para quienes se relacionan con ella desde el diseño o la ingeniería, son pequeñas piezas con materiales semiconductores en las que se integran transistores, resistencias, condensadores y otros componentes que, con distintos grados de sofisticación, dotan a diversos dispositivos de capacidades de procesamiento, memoria y control, entre otras. Para quienes se relacionan desde la estrategia geopolítica, son la última frontera de batalla en una guerra silenciosa que se ha venido desarrollando ya por varias décadas y que, en los últimos tiempos, se ha recrudecido.

La carrera por la supremacía en esta tecnología, descrita con detalle en 2022 por el historiador Chris Miller en su libro La guerra de los chips (Chip war), ha cobrado, de entonces a la fecha, una velocidad cada vez más vertiginosa. Los crecientes avances que desde el sillón del usuario vemos día con día en las aplicaciones de inteligencia artificial (IA) son apenas una pequeña parte de lo que las industrias intensivas en este nuevo desarrollo humano demandan. Así, quien lleve la delantera tanto en la producción como en la sofisticación de la tecnología de chips, llevará la delantera en aquella actividad a la que lo aplique. Esto incluye, desde luego, a la industria de la guerra.

Hasta ahora, el liderazgo en la materia ha sido de Estados Unidos. Varias de las principales empresas productoras de los procesadores más sofisticados, como Nvidia e Intel, son estadunidenses. El problema, sin embargo, es que de acuerdo con la propia Secretaría de Comercio de EU, la inversión china en esta tecnología es prueba de que ese país apunta a convertirse en un líder mundial en IA tan pronto como en 2030.

Previendo esto, EU ha implementado diversas políticas, de las cuales destacan dos. En 2022, la Ley de Chips y Ciencias, que busca incentivar la producción doméstica con un presupuesto de 52.7 millardos de dólares para manufactura e inversión en investigación y desarrollo. Ante la insuficiencia de esto en el entorno de competencia actual, en octubre del año pasado EU decidió imponer un conjunto de restricciones a las exportaciones de semiconductores estadunidenses y productos relacionados a China. Esta política tampoco parece estar dando los resultados deseados, pues dada la rentabilidad del comercio asociado, tanto las empresas estadunidenses como las chinas han buscado mecanismos para dar la vuelta a las restricciones y sanciones impuestas.

Queda aún mucho por escribir en esta historia, pero ni China ni Estados Unidos quitarán el dedo del renglón. De cara al futuro cercano todo esto anuncia, al menos, dos cosas. Por un lado, los mecanismos que busquen restringir los mercados y con él la transferencia de conocimiento para el desarrollo de la industria, están destinados a fracasar. Por otro, en la búsqueda del liderazgo en una industria tan estratégica, el público verá avances cada vez más asombrosos que cuyo impacto social, para bien o para mal, es hoy prácticamente imposible predecir.

Alfa positivo. Buenas noticias en las remuneraciones del sector privado en México que, según informó la Secretaría del Trabajo, se incrementaron en 8.7 por ciento nominal respecto a lo observado en febrero del año pasado.


  • David Razú
  • Economista dedicado a temas de finanzas, inversiones y previsión social. Director General de Afore XXI Banorte.
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