El fascismo en América*

Ciudad de México /

Se presentó ayer Trump en el Salón Oval rodeado de sus colaboradores para responder preguntas de los periodistas, entre otras cosas, sobre su decisión de enviar —contra los deseos del gobernador de California, Gavin Newsom, y de la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass— elementos de la Guardia Nacional y marines a esa ciudad. Desde las primeras respuestas, Trump nos arrastró a un mundo ficticio construido a base de mentiras. Empezó diciendo que había hablado con el gobernador Newsom para decirle que su pésimo trabajo estaba costando muertes. Sin desmentirse, agregó de inmediato: potenciales muertos (porque los cadáveres no son tan fáciles de inventar y el saldo hasta este momento no incluye muertos). Lo demás, ya fue más fácil. Siguieron los escenarios apocalípticos: que si no hubiera mandado a la Guardia Nacional y a los marines, Los Ángeles estaría ardiendo, con un saldo de incontables muertos, y el país (Estados Unidos) afrontando una auténtica tragedia. Le siguió la descripción deshumanizante de los manifestantes: nada de ciudadanos estadunidenses aterrados de que deporten a sus padres que llevan 20, 30 años viviendo y trabajando ahí. En lugar de eso, animales, insurrectos pagados, invasores, extranjeros, agitadores, enfermos, malas personas. El diagnóstico fue delirante: Los Ángeles estaba siendo asediada, su policía superada y sobrepasada, incapaz de controlar a los violentos hasta que él intervino. Esto en franca contradicción con todas las crónicas periodísticas y los testimonios que hablan de enfrentamientos en un par de cuadras, primero en Paramount y luego en el centro de la ciudad. Gracias a él, nos aseguró Trump, la violencia se había controlado. Pero minutos después, la alcaldesa de Los Ángeles salió a decir que ignoraba qué iban a hacer los marines en la ciudad porque, hasta ese momento, la Guardia Nacional se había limitado a resguardar un solo edificio.

Por si faltara algo, cuando le preguntaron a Trump sobre las declaraciones de la presidenta mexicana respecto a lo ocurrido, dijo que las desconocía, pero Kristi Noem, la rambo de Trump, su secretaria del Departamento de Seguridad Interior, intervino para decir que Sheinbaum había convocado a más manifestaciones y que ella la condenaba por alentar manifestaciones violentas. La presidenta mexicana, está por demás decir, nunca hizo tal cosa.

Al final, ante la pregunta de cuánto tiempo iban a permanecer en esa ciudad cuerpos militarizados que están entrenados para la guerra, Trump respondió: hasta que sea necesario, es cuestión de sentido común. El sentido común convertido en sinónimo de máxima simplificación. No nos compliquemos: si hay imágenes en la televisión (fuente de información de Trump) de gente gritándole a los policías y aventándoles cosas, blandiendo además la bandera de otro país, es obvio que se está ante una ciudad invadida por agitadores pagados y toca dar la batalla por la civilización (expresión usada por Stephen Miller, asesor de Trump).

¿Locuras sin consecuencias? Todo lo contrario. El pretexto ideal para dar un nuevo zarpazo, debilitando la fuerza de los gobernadores y el federalismo de los Estados Unidos.

Nada nuevo en el manual de los fascistas. Nunca se supo, a ciencia cierta, quién mandó quemar, en 1933, el Reichstag alemán (Congreso), pero sí supimos a quién benefició (Hitler).

Trump sólo sigue la receta.

* Difunta “La Democracia en América” de Alexis de Tocqueville



  • Denise Maerker
  • Periodista con amplia trayectoria en medios de comunicación, ha sido la cara de importantes noticieros como "En Punto", y "Atando cabos". Su enfoque claro y directo en los temas de coyuntura la ha convertido en una de las figuras más confiables del periodismo mexicano.
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