La batalla con Cossío

Ciudad de México /

El entonces ministro Arturo Zaldívar recuerda cómo llegó a las primeras salas del Poder Judicial, su trayectoria de más de 25 años y los obstáculos que afrontó para generar un nuevo paradigma de derechos humanos en la Suprema Corte

Para seguir entendiendo la Operación de Estado denunciada por Arturo Zaldívar en torno a la discusión en la Suprema Corte de Justicia de la Nación del caso de la Guardería ABC, le pregunto sobre el proceso previo de su llegada al máximo tribunal constitucional del país.


La charla se enfila hacia algunos mecanismos y dinámicas internas generados alrededor de una serie de batallas específicas con el entonces ministro José Ramón Cossío.

***

Yo llego a la Corte después de una trayectoria de más de 25 años en la cual me había dedicado al litigio constitucional, a ser abogado postulante en materia constitucional, que combinaba con la academia. Siempre estuve muy cerca de la justicia constitucional, del derecho comparado, de la interpretación constitucional, y de la labor de la Corte y el Poder Judicial. Traté de hacer la diferencia desde esa trinchera, pero me di cuenta de que no era posible.

Por entonces no había litigio estratégico. Cuando planteaba en mis demandas temas de derechos humanos, los jueces ni siquiera los analizaban. Llegó un momento en donde yo ya había logrado todos mis objetivos profesionales como abogado postulante. Todo lo que me había planteado ya lo había logrado.

Me planteé tratar de llegar a la Corte para tratar de hacer diferencia, para tratar de impulsar una agenda de derechos humanos. Antes de que yo llegara, la Corte no veía temas de derechos humanos. Los temas de derechos humanos los delegaban a los Tribunales Colegiados de Circuito. Escribí con Ana Laura Magaloni un artículo que se llama “El ciudadano olvidado” que publicó la revista Nexos. En ese artículo decíamos que era necesario que la Corte resolviera temas de derechos humanos.

La ponencia del ministro Cossío, sin decir: “Soy la ponencia del ministro Cossío”, pero sus secretarios más cercanos, nos contestaron con un artículo donde creo que le llamaron ‘justicia redentora’ o algo así, y decían, en resumen, que no era posible ni conveniente que la Corte acometiera una agenda de derechos humanos.

Desde ahí dije: “quiero llegar a la Corte para que la Corte empiece a ver temas de derechos humanos”. Creo que fue en el décimo aniversario de la Corte que vine aquí como invitado, como académico. Compartí mesa con el ministro Juan Silva Meza, si mal no recuerdo. Dije ahí: la Corte tiene una agenda pendiente que es la materia de derechos humanos.

***

Cuando traté de llegar a la Corte por primera vez en 2006, lo hice de manera muy apresurada. José Ramón Cossío, ya ministro, quien entonces era mi amigo —o yo suponía que era mi amigo, hasta que advierte que quiero llegar a la Corte—, empieza a hacer una labor política mintiendo sobre mi persona, calumniándome para que no llegara a la Corte.

A pesar de todo eso, logré remontar. Un día el periódico Reforma pública que venía la terna en la que estarían Fernando Franco, Rafael Estrada Sámano y Arturo Zaldívar, cosa que era cierta. La terna salió de la Consejería Jurídica hacia la Secretaría de Gobernación, siendo el secretario Carlos Abascal, muy cercano a Fernando Franco.

En ese momento, Cossío realmente empieza a operar a su estilo y a moverse por todos lados para que esa terna no pase a como diera lugar y, efectivamente, estando la terna en la Secretaría de Gobernación, me bajan. Yo ya no llego a la terna final. Dije: “no importa, en tres años voy a estar en la terna”. Y empecé a trabajar durante tres años. Afortunadamente, a Cossío no le alcanzó para impedir que yo llegara después. Hizo muchos esfuerzos, pero no le alcanzó. Llegué como ministro.

***

Mural Procesos Viciados, de Rafael Cauduro. Detective

Cuando a mí ya me nombran ministro, Cossío hizo entonces una segunda jugada. La jugada es que yo me fuera a la Segunda Sala, no a la Primera Sala, donde se veían los temas de derechos humanos. Quería acomodarme en la Segunda Sala para tenerme en otros temas y alejado.

Me enteré de esto, por lo que hablo con Luis María Aguilar —recién ingresado como yo a la Corte—, quien quería ir a la segunda sala. En cuanto somos nombrados ministros, nos reunimos con Ortíz Mayagoitia y le pedimos ir a la Primera Sala y Luis María a la segunda.

Don Guillermo dice: “Bueno, yo tenía otra idea, pero está bien, está bien. Ya veo cómo le hago. Se van a la primera y a la segunda”. Me vengo a la Corte, a mi oficina, y le llamo a Gudiño Pelayo, que en paz descanse, y le digo: “Chucho, pues hombre me da mucho gusto, ya nos veremos en la primera sala. No, no, no. Arturo es un error, tú vas a la segunda sala, es un error. No, Chucho, es un acuerdo con el presidente de la Corte. Luis María se va a la segunda, yo a la primera. Bueno”.

Al día siguiente, estando en nuestras oficinas, nos convocan en la oficina de Jesús Gudiño Pelayo, él y Fernando Franco, que era el presidente de la segunda sala, a Luis María Aguilar y a mí. Nos dicen: “Pues queremos decirles que hay un error y que se tienen que cambiar de sala. Pues no nos vamos a cambiar de sala. Nosotros ya hablamos con nuestra gente, ya hablamos con nuestras ponencias, etc. No, se tienen que cambiar de sala. Bajo ninguna circunstancia nos vamos a cambiar de sala. Es que nosotros ya decidimos. Ustedes no tienen por qué decidir de una ponencia que no era de ustedes. Los ministros somos nosotros”.

Y entonces fue una discusión muy acalorada. De repente, Franco le habla a Ortíz Mayagoitia y le dice: “Memo, están muy intolerables, están intolerantes. No se mueven. Y dicen Arturo y Luis María que no se van a cambiar de sala. Ok. Dice el presidente que con su pan se lo coman y que los espera en su oficina”. Entonces bajamos a la oficina de don Guillermo Ortiz Mayagoitia, Luis María y yo platicando. Le digo: “A ver, Luis María. Somos tan ministros como ellos. Llegamos con más votos que ellos y nos quedan 15 años más que a ellos, entonces no nos vamos a dejar”.

Y efectivamente, no nos dejamos. En esa reunión sucedieron una serie de hechos que ya no quiero entrar en detalles porque creo que no sería correcto. Con esto que te conté que nunca había dicho, ya es más que suficiente, pero la segunda batalla de Cossío era mandarme a la segunda sala. Tampoco pudo.

***

Llego a la primera sala a pesar de él y a partir de ahí fue una guerra de votar en contra de todos mis proyectos importantes. Yo decía que Cossío no votaba contra el proyecto, votaba contra el ponente. Éramos ideológicamente muy afines en muchas cosas, pero si el proyecto era mío, tenía que votar en contra. Y así fue con el ABC, con Florence Cassez y con muchos asuntos muy trascendentes.

Afortunadamente, hace poco saqué un libro con las 50 sentencias más importantes derivadas de proyectos míos de la doctrina jurisdiccional que construí. Cossío sacó un libro que se llama Voto en contra. Él votó en contra y construí la teoría y doctrina constitucional. Creo que eso deja claro qué ministro fue cada quien. Me remito a mis votos. Me remito a mis sentencias. Me remito al paradigma de derechos humanos, porque a partir de que llego a la Corte, llego con esa idea: generar un nuevo paradigma de derechos humanos. Y lo hacemos incluso antes de la reforma de 2011.

A partir de ahí la Corte empieza a conocer de derechos humanos. Hoy, 90 por ciento más de lo que hace la Corte son temas de derechos humanos. Creo que es un cambio muy relevante, de 180 grados.

(CONTINUARÁ…)

Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.