Van viejos apuntes para el periodismo de los nuevos tiempos. Henning Mankell escribe en La pista falsa: “Hay dos tipos de escritores. Uno es el tipo que cava la tierra en busca de la verdad. Está abajo en el hoyo echando la tierra hacia arriba. Pero encima de él hay otro hombre devolviendo la tierra abajo. Él también es periodista. Entre ambos siempre hay un duelo... Los hombres del poder siempre tienen empresas de limpiezas y funerarias simbólicas. Hay cantidad de periodistas que no dudarían en vender sus almas para ejecutar los recados de los poderosos. Volver a tapar la tierra. Enterrar los escándalos. Elevar las apariencias a verdades, garantizar la ilusión de la sociedad limpia”.
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Arca de la Alianza, flor de las adormideras, sobresueldo legendario, reclasificación jerárquica, ganancia en las escaramuzas privadas a favor de la patria –obviamente–, tentación sin riesgo de pecado, lontananza de los aspirantes sin vocación, escollo donde se trituran las vocaciones, el embute (el chayote, el cochupo, el sobre) era, en la prensa mexicana del siglo pasado, la institución que prescinde de la fe y sólo se ocupa de la demostración, explicaba Carlos Monsiváis. El embute, equivalente periodístico de la mordida. “¡El señor licenciado Fulano inauguró el país!”.
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Cito un pasaje de La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán:
- Muy interesante relato, sin duda. Pero niego la autenticidad de los hechos: Hilario, como funcionario y como hombre, está por encima de tales pequeñeces.
- ¿Y si yo le asegurara a usted que es verdad cuanto ahí se escribe?
Aguirre quiso en esta forma cerrar de un solo golpe todas las salidas.
- Pues entonces creería yo- replicó el Presidente- que la pasión lo ciega a usted, y le recomendaría el camino de los tribunales.
Aguirre, encendido, olvidó sus hábitos de respeto.
- ¡Pero a eso yo podía responder, mi General, qué tribunales, para un hombre de la política de Jiménez, son también pequeñeces!
- No, Aguirre; no contestaría usted así. Porque esas cosas, cuando yo gobierno, no se dicen en mi presencia.
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Francisco Zarco, nacionalista comprometido del periodismo liberal en ciernes, a través de un diario llamado Siglo XIX afirmaba: “Sabemos que nada es un periódico si no representa una opinión; creímos que el nuestro representaba la opinión oprimida y que era conveniente que día a día se presentara al gobernante con la mordaza en la boca”.
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“Yo he de seguir escribiendo como hasta hoy, y tenga usted muy presente que cuando comencé esta tarea, me convencí de que en lo más que puedo parar, es en cuatro velas y un petate”. El periodista Juan Bautista contestó así a Antonio López de Santa Ana, luego de que éste le advirtiera que no siguiera criticándolo en sus artículos.
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Como decía Monsiváis los ejes de la cultura política mexicana eran el apoyo incondicional a los regímenes en turno... y el conformismo, la aceptación pasiva de las interpretaciones históricas de escuela primaria, el oportunismo (entendido como la vía más racional de acceso al poder), la división clarísima entre el lenguaje público (la solemnidad) y el lenguaje privado (la picaresca).
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Una legendaria esquela en tiempos del priismo: “La niña Amparito González voló al cielo a la tierna edad de tres años. Sus atribulados padres lo comunican con aflicción y aprovechan la oportunidad para solidarizarse con la candidatura del licenciado Miguel Alemán Valdés a la Presidencia de la República”.
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“No tener una idea y poder expresarla: eso hace al periodista”. Karl Krauss.