En un momento clave de redefinición política y social en el Estado de México, la designación de la o el próximo titular de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem) abre una posibilidad histórica: ¿y si por primera vez una mujer o un hombre indígena asumiera la presidencia de este organismo?
La CODHEM es el órgano autónomo encargado de proteger, observar y promover los derechos humanos en el Estado de México. Desde su creación ha operado bajo un modelo jurídico-formalista que prioriza la legalidad y los procedimientos técnicos por encima de una visión transformadora de los derechos.
Bajo las administraciones de figuras como Marco Antonio Morales Gómez, Jorge Olvera García, Miguel Ángel Contreras Nieto o Myrna García Morón, la Comisión ha mantenido un perfil tecnocrático, centrado en la producción de recomendaciones y en la defensa institucional de los derechos humanos desde una oficina, no desde los territorios.
El resultado: un organismo que, si bien cumple con su función normativa, rara vez encarna una defensa viva, sentida y comprometida de las causas estructurales que laceran a las poblaciones históricamente excluidas, como los pueblos indígenas.
El Estado de México y sus pueblos originarios, invisibles pero presentes: la entidad tiene una población indígena cercana al millón de personas, de acuerdo con datos del Inegi. Destacan comunidades otomíes, mazahuas, nahuas, matlatzincas y tlahuicas, dispersas en municipios como San Felipe del Progreso, Temascalcingo, Amecameca, Ocuilan, Villa Victoria o Temoaya. Pese a esta riqueza cultural y lingüística, la marginación y el racismo estructural siguen siendo parte del paisaje cotidiano: acceso precario a la salud, discriminación institucional, despojo territorial y falta de representación en los espacios de decisión.
La deuda histórica con estas comunidades es profunda. A más de 200 años de vida republicana, los pueblos indígenas del Estado de México han sido sistemáticamente excluidos de los beneficios del desarrollo, y rara vez han sido escuchados más allá del folclor o el discurso simbólico.
La 4T y el enfoque progresista.
La autodenominada “Cuarta Transformación”, tanto a nivel federal como estatal, ha promovido una narrativa de justicia social y reivindicación de los pueblos indígenas. El ex presidente López Obrador y, recientemente, la gobernadora Delfina Gómez, han insistido en colocar en el centro a “los de abajo”, a quienes nunca han tenido voz. Esta es una narrativa que debe traducirse en acciones estructurales, y gestos institucionales reales que marquen un quiebre con el pasado.
Designar a una persona indígena al frente de la Codhem sería mucho más que un acto simbólico: sería una acción política concreta de reparación histórica, y una señal clara de que el discurso de transformación va en serio.
Romper el molde: del perfil tecnócrata al liderazgo humano.
Los perfiles que han encabezado la CODHEM comparten un patrón: provienen del mundo jurídico, académico o de la administración pública, con trayectorias ancladas en una visión formalista del derecho. En contraste, un perfil indígena aportaría una comprensión profunda de la desigualdad estructural desde la vivencia, no solo desde la teoría. Se trataría de una presidencia con enfoque humano-progresista, comprometida con la justicia social, con la defensa de los derechos colectivos, con la escucha comunitaria y con la presencia territorial.
No se trata de elegir a una persona por cuota o por corrección política. Se trata de reconocer que el liderazgo indígena puede y debe ocupar espacios de poder que le han sido negados por siglos. La Comisión de Derechos Humanos no debe ser un reducto de élites jurídicas, sino un puente entre el Estado y sus pueblos más vulnerables.
El relevo en la CODHEM ofrece una oportunidad única: convertir el discurso en acción, la deuda histórica en acto de justicia, y la representación simbólica en representación real.
Nombrar a una persona indígena como presidenta o presidente del organismo sería un paso firme hacia una Comisión más cercana a la vida real, más sensible a la desigualdad, y más comprometida con los derechos desde abajo.
¿Está el Estado de México listo para una transformación de fondo? La historia espera una respuesta.
egardunoc@uaemex.mx