El algoritmo nostálgico

Ciudad de México /

Hace poco me apareció en Twitter una de las habituales listas de las películas más anticipadas para el año. Prácticamente todas eran segundas partes de películas exitosas, o spin offs, como Furiosa o la película del Pingüino. Había también remakes como Karate Kid (con el mismísimo Ralph Macchio, 40 años después), Gladiador, o nuevas entregas de El señor de los anillos, Paddington, Alien o la serie de Blade Runner. 

Igualmente, en música hay una fuerte tendencia a las giras de reencuentro o al reempaquetamiento de obras clásicas, incluido por ejemplo el proyecto de U2 de volver a grabar 40 de sus canciones más icónicas, en palabras de The Edge: “…para ver si sus canciones podían ser reimaginadas en un estilo más íntimo, como si Bono te cantara al oído”. Vale también la pena mencionar que el disco resultante, Songs of Surrender, se grabó como una especie de soundtrack de Surrender, la autobiografía de Bono, estructurada a partir de 40 capítulos titulados como 40 canciones, la mayoría de las cuales están entre las que se volvieron a grabar. Pues, como dijo el bajista Adam Clayton, la idea era “presentarlas de una forma en que la narrativa de la canción estuviera en algún sentido asociada con el arco del libro”. El disco entonces como pretexto promocional para el libro. 

O ya llevando esta misma idea hasta los más extremos límites de lo autoparódico, tenemos el montaje del musical de Vaselina con cincuentones que armados con pelucas intentan revivir durante un par de horas la nostalgia de una agrupación juvenil a la que hay que exprimir hasta el último centavo del recuerdo generacional.

En esta tendencia se observan no sólo las categorías enunciadas por gente como Fredric Jameson o el mismo Mark Fisher, en cuanto al pastiche y la nostalgia, filtrados por los prejuicios contemporáneos (Jameson: “La novela histórica ya no puede representar el pasado histórico: tan sólo ‘representa’ nuestras ideas y estereotipos sobre ese pasado que se vuelve de inmediato ‘historia pop’.”), sino que se advierte obviamente también la presencia implacable del algoritmo. Así, la obsesión por convertirse en trending topic y formar parte de “lo más visto” se alimenta en parte de los trending topics y de “lo más visto”, aunque esto haya sido tal hace ya varias décadas. Con lo que el algoritmo resultó también ser bastante nostálgico. En el fondo se trata de una apuesta por el hecho de que, ante un mar de opciones ilimitadas, disponibles a un solo clic, lo familiar y lo conocido, reempaquetado según las exigencias morales de la época (por eso muchos remakes son muy conscientes de ajustar la demografía de los personajes para cumplir con el actual requisito de diversidad), cumplirán a la perfección la predicción del algoritmo de volver a producir un éxito masivo, única religión a la que en realidad se le rinde culto en la actualidad.

Se observa en todo esto otro rasgo que Jameson consideró característico de los pastiches posmodernos, la esquizofrenia, pues por un lado se enarbola un discurso de entretenimiento plural y diverso, y por el otro se recurre al reciclaje de fórmulas ya probadas y conocidas, incluso cuando en su momento se presentan bajo una aparente novedad radical. Como señala para el caso de Star Wars, cuando afirma que si bien era en su momento una historia futurista, en realidad reciclaba todos los lugares comunes de las sagas de héroes y princesas. Como atestigua la incansable industria en que se ha convertido, que entre sus diversas presentaciones, debe haber rebasado ya las 50 adaptaciones de lo que es en el fondo cada vez el mismo argumento (no) original.


  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
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