No quisieron informarle, a la autodenominada 4T, que iban por El Mayo.
Las autoridades estadunidenses no le avisaron a López Obrador que tenían en la mira al líder de líderes del cártel de Sinaloa. Mucho menos lo invitaron a colaborar en la detención más importante de las últimas décadas.
El FBI lideró la operación para capturar al, hasta hace una semana, intocable narcotraficante Ismael El Mayo Zambada y al hijo del Chapo, Joaquín Guzmán López.
En medio del ruido, por las distintas versiones de la aprehensión, sorprendió la confusión desde Palacio Nacional y retumbó el silencio de las primeras horas. Resultó revelador que no tuvieran la más mínima idea de lo que estaba pasando.
Para colmo, Andrés Manuel, vía Rosa Icela Rodríguez (nada de cuidar a la próxima titular de Segob), dio datos sin corroborar. Exhibió a personas de manera irresponsable.
También en las primeras horas el senador Ricardo Monreal se aventó la puntada de asegurar (¿confesar?) que este episodio venía “a derribar el argumento de los republicanos contra el gobierno mexicano de que éste protege, promueve o al menos tolera a los cárteles de las drogas”. ¡¿Qué?! De no creerse.
Mientras en mi país la impunidad es regla, en Estados Unidos enjuician a criminales y narcopolíticos mexicanos. Es en sus cortes donde nos enteramos que Nayarit tenía un fiscal ligado a los Beltrán Leyva o que la administración calderonista contaba con un supersecretario de Seguridad vinculado al Chapo y compañía.
Esta historia continuará. La justicia estadunidense registró el comportamiento de AMLO, la liberación de Cienfuegos, las declaraciones de testigos colaboradores, las preguntas de fiscales y defensores en los juicios de Guzmán Loera y García Luna.
En tanto, en México muchos le dan vuelo a los dichos mañaneros y al coro de sus legisladores —que representan intereses particulares y de partido-gobierno, antes que los de la ciudadanía que los votó—.
Siguen actuando como si no nos diéramos cuenta de la expansión de la delincuencia organizada al amparo del poder. Hoy como ayer… y más.
Aquí entre nos
Y se acercan los 10 años de la desaparición forzada de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. López Obrador no solo incumplió su promesa, sino que ahora es responsable de lo que sucedió y dejó de suceder en su sexenio.
A las familias de las víctimas ya no les interesa hablar con él. Es con Claudia.