Ni me esperes a comer, dijo Gelasio a su mujer aquel 3 de mayo: el patrón amenazó con carnitas, sus accesorios y unos cartones de cerveza; nomás hay un día dedicado a las albañiles y ni cómo desariar al patrón, si quiere ponerse guapo festejando a los que andamos en la obra.
Olga María no disimuló su enfado: Siempre lo mismo, que nomás los van a festejar y ya te regresas y nos vamos con los chavos al cine y a los tacos de sudadero. Promesas.
–Ojalá ora sí regreses sin empinar el codo.
Claro que no, juró y perjuró Gelasio: Pones guapos a los chamacos y a más tardar a las 2 de la tarde aquí me tienes de vuelta para que nos vayamos.
Albañiles, yeseros, pintores, electricistas y afanadores pararon actividades a la una de la tarde y cambiaron su ropa de trabajo por la de dominguear. De entre sus mochilas extrajeron peines y vaselina para acicalar los hirsutos cabellos, y un tarrito de crema para las agrietadas manos
“Tú te encarcargas de la grabadora y de los cedés, yo traigo una memoria con pura música ranchera de rompe rasga… Eso sí, a chupar decentes, no andaré entregando borrachos a domicilio”, sentenció el Maistro
Los chalanes se encargaron de la barridita al salón, y hasta un ramo de flores colocaron sobre las tarimas habilitadas como mesa. “Prohibido dar de beber a los chalanes menores de edad: el año pasado pasó la perrera y los puercos arrearon con todos a la delegación, y ahí ustedes perdieron su raya, acuérdense para que no luego anden de chillones”.
No olvidó pedirles respeto para las muchachas de la limpieza: “Tengan el valor de hablarles en su juicio, porque apenas se echan la primera cheve ya se sienten Juancito Trucupey y se quieren besuquear a quien sea. No son modos”.
También les prohibió que anduvieran de arriba y para abajo en la obra: “Acuérdense: fueron testigos de cómo el año pasado el Cancioncitas cayó del techo y sustote que nos paró.
–Híjole, dirán que les alvierto como si fueran chamaquíos, pero más vale prevenir que remendar cabezotas descalabradas o algo pior. Ténganse en calma.
La sorpresa fue el conjunto norteño: arribó a la una de la tarde y no paró hasta las seis, ya oscureciendo. Se bailó y bebió con singular alegría, el patrón llegó con su familia y se pusieron en modo buena onda, sirviendo en platos de unicel generosas porciones de cerdo y abasteciendo sin parar salsa, tortillas y refrescos.
Polkas, jarabes, cumbias y danzones interpretaron, sin dar respiro, los versátiles músicos; pidieron hacer una pausa para también ellos llenar la bodega de los alimentos. Luego, con alma, vida y corazón, dedicaron a los festejados la siguiente canción y se dejaron ir:
“Soy albañil, es muy cierto,/ pero sí soy parrandero./ A mi no me llora el muerto,/ ni me grita el cantinero:/ cuando una copa ofrezco,/ es porque traigo dinero”...
Las chelas desinhiben: maistros y afanadoras le metieron con fe al bailazo, levantaron polvareda; al patrón se le aflojó el codo y mandó por más cartones de cerveza, hasta que poco a poco los albañiles colgaron la mochila sus espaldas y emprendieron el retorno a casa un poquito alegrones pero sin intención de seguir en l’agua. A menos que alguien invite: ni modo de desairar.