Indicios de pánico

Ciudad de México /

Los mayores de 40 años nunca olvidaremos cómo eran las campañas electorales en tiempos del antiguo régimen, cuando teníamos que soportar malos gobiernos, con desastres financieros al final de cada sexenio, sin la menor posibilidad de castigar en las urnas a los saqueadores de la nación. Aunque el sufragio era entonces un mero trámite, durante el simulacro de contienda electoral que la dictadura necesitaba para legitimarse, la apabullante propaganda del partido oficial buscaba desalentar de entrada a los escasos núcleos opositores. El subtexto de aquella guerra psicológica era muy claro: ni te molestes en salir a votar porque ya elegimos por ti.

Nostálgica de aquella hegemonía sin fisuras, Claudia Sheinbaum declaró la semana pasada que las elecciones de 2024 serán de nuevo un trámite, pues ya tiene la victoria en la bolsa. En contraste con su triunfalismo, el gobierno está dando claros indicios de pánico ante al empuje arrollador de la oposición. El empeño de la 4T por obstaculizar la gran fiesta popular de la marea rosa, a la que tuve el orgullo de asistir el domingo pasado, junto con cientos de miles de mexicanos, desmiente la celebración anticipada de su candidata. Si el oficialismo está seguro de arrasar, ¿qué necesidad tiene de poner zancadillas a los manifestantes opositores? El plantón de la CNTE, la declaración del doble hoy no circula en pleno domingo, el bloqueo de los accesos al Zócalo por parte del cuerpo de granaderos y el veto del color rosa que a última hora se sacó de la manga Guadalupe Taddei parecían rabietas desesperadas de un gobierno que teme la derrota electoral. Más que la brillante arenga de Xóchitl, lo que más confianza nos infundió en su victoria fueron los abusos de autoridad para impedir la celebración del mitin. Habernos enseñado los colmillos de manera tan estúpida indica muy claramente que el demagogo disléxico y su marioneta sienten pasos en la azotea. Los conservadores de la democracia somos el mayor desafío que ha enfrentado la restauración autoritaria. Por supuesto, el servicial plantón de la CNTE será retirado antes del domingo, para que Sheinbaum pueda, ella sí, celebrar su cierre de campaña en la plancha completa del Zócalo.

Alfredo San Juan

Desde el segundo semestre de 2021, cuando Morena sufrió un duro revés en las elecciones intermedias, las arcas públicas se abrieron a manos llenas para financiar un madruguete publicitario que abarrotó las bardas de todo el país con el lema “Es Claudia”. Fue la primera de muchas otras ventajas ilícitas que la favorita del caudillo ha disfrutado en esta contienda.  En su efímero conato de rebeldía, Marcelo Ebrard denunció también el apoyo que le han brindado, a cuenta del erario, los siervos de la nación y la Secretaría del Bienestar. Estamos, pues, ante una nueva aplanadora idéntica a la tricolor, que ni siquiera disimula su afán por perpetuarse en el poder. 

Los menores de 40 años quizá tengan buenas razones para estar decepcionados de nuestra incipiente democracia, que no ha logrado siquiera disminuir la corrupción (los pactos de impunidad transexenal, vigentes hasta hoy, han impedido que así ocurra). Pero si Sheinbaum desaparece a los diputados plurinominales para que Morena tenga una abusiva sobrerrepresentación en el Congreso y cumple la amenaza de llevar hasta sus últimas consecuencias el plan C, para gobernar sin las incómodas leyes que garantizan la precaria autonomía del Poder Judicial y el INE, la vida pública mexicana recaerá en el mismo agujero del que salió hace 27 años.  Para colmo, el plan C incluye también la desaparición del INAI, de modo que la nueva dictadura manejaría el dinero público a la antigüita, sin las obligatorias rendiciones de cuentas que en el pasado reciente desnudaron, por ejemplo, las corruptelas de Peña Nieto. 

Digan lo que digan las encuestas cuchareadas para desalentar a la oposición, me niego a creer que la mayoría de los ciudadanos quieran darse ese tiro en el pie. Tampoco los veo dispuestos a aceptar como una fatalidad la expansión imparable del crimen organizado, auspiciada con cinismo inaudito por este gobierno. Narcoestados como Guerrero y Morelos son el mejor ejemplo de lo que puede suceder cuando la complicidad entre hampa y poder político deja inerme a la sociedad. ¿Vamos a tolerar cruzados de brazos que se implante en todo el país la anarquía egoísta de los matones? En materia de seguridad, Claudia Sheinbaum promete un continuismo suicida, como si fuera la candidata de un partido que ha pacificado al país. En el último debate anunció, incluso, que sostendrá juntas a las 6 de la mañana con su gabinete de seguridad, a imagen y semejanza de AMLO. ¿Creerá que su penitencia representa un alivio para alguien? Ojalá que el despertar cívico de los mexicanos la deje dormir a pierna suelta el próximo sexenio.


  • Enrique Serna
  • Escritor. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Ha publicado las novelas Señorita México, Uno soñaba que era rey, El seductor de la patria (Premio Mazatlán de Literatura), El vendedor de silencio y Lealtad al fantasma, entre otras. Publica su columna Con pelos y señales los viernes cada 15 días.
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