Medio siglo después y su trascendencia se mantiene: una vista por algunas cintas que siguen pasando por nuestros ojos y cabezas.
¿La más grande segunda parte, que funcionó como precuela y secuela, en la historia del cine? El Padrino II llegó apenas dos años después de su imponente predecesora y logró mantener el listón a la misma altura, muy elevada en primera instancia. Francis Ford Coppola y Mario Puzo nos llevan al origen de su personaje y a su presente expansivo, encarnado por Robert De Niro y Al Pacino, respectivamente, de Sicilia a Nueva York a principios del siglo XX y de ahí a Las Vegas y Cuba en la década de los cincuenta: los ejes narrativos, impecablemente integrados a través de una edición envolvente, se estructuran alrededor de los vínculos y el fortalecimiento gangsteril, las relaciones con el poder político y económico y, sobre todo, los conflictos familiares, aquí trascendiendo las meras diferencias habituales. La evocativa música de Nino Rota, la fotografía llena de claroscuros de Gordon Willis, a tono con el sentido del relato, la recreación del espíritu de las épocas y el sólido elenco de soporte, terminan por redondear este fresco histórico-criminal: obra maestra.
Por si no fuera suficiente, el propio Coppola realizó La conversación, con todo y su detallado trabajo de edición y sonido, centrada en el dilema profesional y ético de un detective privado, interpretado por un inmenso Gene Hackman con solvente cuadro actoral, cuando descubre que la pareja a la que sigue podría ser asesinada, mientras que Jack Nicholson hacía lo propio en el clásico noir Barrio chino de Roman Polanski, en el que un detective se ve envuelto en el asesinato de un ingeniero en 1937, cuyo caso tiene un trasfondo económico de corrupción con respecto al manejo de agua y de alcance familiar –ahí están Faye Dunaway y Diane Ladd, como la esposa real y la impostora– de acuerdo con el puntual guion firmado por Robert Towne, también responsable, junto con Paul Schrader co del de Yakuza, filme en clave noir con tintes dramáticos dirigido por Sidney Pollack y estelarizado
Además de rodar Ítaloamericano, documental en el que entrevista a sus padres, Martin Scorsese entregó Alicia ya no vive aquí, en la que Ellen Burstyn encarna a una viuda que se lanza con hijo por la carretera para convertirse en cantante, al tiempo que conoce a un par de hombres (Harvey Keitel y Kris Kristofferson) que le ayudan a tener otra mirada sobre las relaciones de pareja; por su parte John Cassavetes profundizó en la temática de la salud mental dentro de un contexto de aparente normalidad familiar en Neurosis de mujer, en donde Gena Rowlands (su esposa en la vida real), interpreta con intensidad a un ama de casa que se va desmoronando psicológicamente, ante los intentos y desesperación de su esposo (Peter Falk), por ayudarla. Y Rainer Werner Fassbinder puntualizó los prejuicios raciales y xenófobos en Todos los demás se llaman Alí, clásico del nuevo cine alemán en la que una viuda y un trabajador de origen árabe más joven establecen un vínculo romántico.
El cine de género tuvo grandes representantes: el terror con vertientes slasher de Masacre en cadena, dirigida por Tobe Hooper; Frankenstein jr., de Mel Brooks, quien además realizó la paródica Locura en el oeste, se convirtió en una de las comedias esenciales en la historia del cine, elemento que retomó Billy Wilder para entregar Primera plana, con el tándem Lemmon/Matthau; Tráiganme la cabeza de Alfredo García ocupó el lugar del western, cortesía de Sam Peckinpah; las películas de desastres fueron representadas por Infierno en la torre de John Guillermin.
En Portero de noche, la directora italiana Liliana Cavani explora los sentimientos y recuerdos que producen el reencuentro en 1957 entre una mujer sobreviviente del holocausto y el hombre que la utilizó como juguete sexual, un ex oficial nazi sadomasoquista que ahora trabaja como botones en un hotel de Viena, a donde llega ella con su esposo: sordidez y posibilidad de redención con inquietantes actuaciones de Charlotte Rampling y Dick Bogarde. Ettore Scola, por su parte, planteó la puesta a prueba de la amistad de tres soldados que regresan a casa en Nos amábamos tanto.
Desde la India, se produjo, entre muchas otras cintas, Bhootayyana Maga Ayyu, alrededor de un prolongado conflicto entre el hijo de un siniestro señor feudal y un aldeano rebelde, desarrollado a partir de diversos encuentros y desencuentros que se basan en un relato de Iyengar, integrado en su novela Vayyari; el director Siddalingaiah rodó el filme en la lengua canarés con todo el dramatismo habitual en estas cintas de odio y reconciliación.