Una veloz vista a libros que fueron publicados hace medio siglo y que siguen siendo recorridos por atentos ojos y mentes. 12 novelas como botones de muestra.
Ernesto Sábato, vuelto personaje por sí mismo, publicó Abbadón el Exterminador, su última novela en clave experimental que se vincula con sus dos predecesoras y se estructura a manera de patchwork y, por momentos, en lógica de diario, con mezcla de disquisiciones literarias, sucesos personales, pasajes de ficción en forma de micro relatos y reflexiones contextualizadas en la Argentina de aquellos años con virajes a sucesos bélicos mundiales del pasado: un desafío lector que se agradece por el profuso y profundo caudal de ideas que van de lo individual a lo local y de ahí a lo global.
Nadine Gordimer propuso la sencilla y poderosa El conservador, obra prohibida en su momento en Sudáfrica, en la que a través de un derrotado hombre de negocios que compra una granja, refiere la situación racial que se vivía en aquel entonces, mientras que iris Murdoch reflexionó con la profundidad acostumbrada en las complejidades de las relaciones humanas a través de La máquina del amor sagrado y profano, relato en la que un psicoterapeuta casado y con un hijo adolescente adolescente tiene una prolongada aventura amorosa con una mujer con la que también tiene un niño: el adulterio como forma de vida permanente y la doble vida emergen a largo del relato con todas sus fracturas, complicaciones y engaños.
Acerca de la figura del dictador latinoamericano, reacia a desaparecer y hoy presente con ideologías de contrastante signo político encarnadas por personajes que se aferran al poder contra viento, marea e intentos democráticos, se publicaron dos grandes novelas, base de este subgénero literario: el cubano Alejo Carpentier propuso, con su habitual capacidad para profundizar en sus personajes, El recurso del método como una summa de los rasgos que definen el autoritarismo ejercido por estos hombres, como si se tratara, en efecto, de todo una forma planeada de ser y hacer; por su parte, el paraguayo Augusto Roa Bastos entregó Yo el supremo, confeccionado a partir de deslumbrantes formas sintácticas con un pie en la historia y el otro en la ficción donde retoma a José Gaspar Rodríguez de Francia, quien gobernó de 1816 hasta su muerte en 1840, después de haber formado parte de un gobierno compartido.
En la vertiente de intriga política, Los seis días del cóndor se entromete en las oficinas de la CIA para narrar una conspiración interna para seguir traficando drogas; la emocionante novela de James Grady mereció una brillante adaptación fílmica de Sydney Pollack con Robert Redford, Faye Dunaway, Max Von Sydow y Cliff Robertson. Por su parte, el especialista John Le Carré, quien retomó sus propias experiencias, publicó El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy), tercera entrega de la serie sobre Smiley, un discreto empleado del servicio secreto que es traído de vuelta, tras haber sido invitado a retirarse, para resolver el caso de un infiltrado soviético: también mereció una notable adaptación para la televisión con Alec Guinness en el protagónico y una notable película de Tomas Alfredson con Gary Oldman haciendo lo propio y un brillante elenco.
Stephen King se presentó en el mundo literario, si bien ya había escrito otras novelas antes, con Carrie, relato armado ingeniosamente a manera de reportaje y que sirvió de base para la famosa película de Brian De Palma con Sissy Spacek, además de un musical y otras obras teatrales y filmes relacionados. El amigo americano-El juego de Ripley fue la tercera entrega de este sofisticado delincuente creado por Patricia Highsmith en el que maquiavélica busca vengarse de un hombre que lo insultó, involucrándolo en una trama criminal e inventando que le queda poco tiempo de vida; la novela fue adaptada por Wim Wenders en 1977 y por Liliana Cavani en 2002 con Dennis Hopper y John Malkovich interpretando al protagonista, respectivamente. En el campo de la ciencia ficción, apareció La guerra interminable del originario de Oklahoma, Joe Haldeman, en donde se da cuenta de la carrera armamentista como camino para perpetuar los conflictos bélicos, en este caso de carácter interplanetario cuando los viajes ya estaban cerca de alcanzar la velocidad de la luz, capacidad tecnológica que lejos de promover la paz, contribuía a mantener el conflicto. Por su parte, el ahora famoso George R. R. Martin firmó Una canción para Lya, novela corta en la que una pareja de telépatas trata de comprender por qué varios humanos se convierten a una religión alienígena que los consume a través de una especie parásita: las referencias a la realidad de las sectas queda evidenciada.