Trump: del dicho al hecho

Ciudad de México /

Donald Trump habla mucho, quizá demasiado. Le gusta hablar y que hablen de él. Por eso dice cosas tan provocadoras. A Trump le gusta perturbar, sacar al mundo entero de balance. Por lo mismo, a Trump hay que escucharlo con atención, pero no hay que creerle todo. Más bien, hay que tratar de entender sus motivaciones. Tratar de inferir qué es lo que realmente quiere lograr. Esto, por supuesto, no quiere decir que Trump no hará nada de lo que dice, pero tampoco hará todo lo que promete hacer. El mejor ejemplo de esto es el tema de los aranceles. Veamos.

Trump anunció hace meses la imposición de aranceles a México y Canadá desde el primer día de su gobierno, cosa que no ocurrió. Luego anunció que los aplicaría, pero que entrarían en vigor el 1 de febrero, cosa que tampoco ocurrió. El 1 de febrero, durante el fin de semana, finalmente firmó las órdenes ejecutivas que anunciaban la aplicación de aranceles a México y Canadá, los cuales se impondrían a partir del martes 4 de febrero. Un día antes, el 31 de enero, Trump había declarado que no había nada que México o Canadá pudieran hacer para evitar la imposición de los aranceles. Sin embargo, el domingo 2 de febrero por la tarde, al regresar de su fin de semana, Trump anunció sorpresivamente que el lunes por la mañana se comunicaría con los Jefes de Estado de los dos países vecinos para discutir la situación. Con esta declaración, Trump mandó la señal que quería, justo cuando la quería: utilizó el fin de semana, cuando los mercados financieros están cerrados, para activar y luego comenzar a desactivar su propia amenaza.

El lunes 3, después de hablar telefónicamente con Sheinbaum y Trudeau, y después de obtener los compromisos que realmente quería, Trump anunció una pausa de un mes en la aplicación de los aranceles a ambos países. Ese mismo día firmó una nueva orden ejecutiva titulada “Avances sobre la situación en nuestra frontera sur” en la que afirmaba lo siguiente: “He determinado que el Gobierno de México ha tomado medidas inmediatas diseñadas para aliviar las crisis de la migración ilegal y de drogas ilícitas a través de acciones cooperativas.” La pausa por un mes quedó justificada porque “se necesita más tiempo para evaluar si estas medidas constituyen acciones suficientes para aliviar la crisis y resolver la amenaza inusual y extraordinaria más allá de nuestra frontera sur.”

En realidad, Trump está muy consciente del costo de aplicarle aranceles a México y Canadá. Sabe que es una medida impopular en su país. Lo que Trump realmente quería era otra cosa: compromisos en materia de seguridad y migración. Que no nos quede duda, en tres semanas se repetirá el performance.

Mientras tanto, casi nadie habla de que sí pasó: Trump sí le impuso un arancel adicional de 10 por ciento a todos los productos provenientes de China, lo cual terminará beneficiando a México. En este caso no hubo el menor intento por detener su aplicación, ni de parte de Estados Unidos ni de China. Ahí esta el verdadero tema: la guerra comercial, económica y política de Trump no es con México ni con Canadá, es con China. No perdamos eso de vista ni dejemos que la verborrea y las amenazas de Trump nos confundan sobre sus verdaderos objetivos.


  • Gerardo Esquivel
  • Economista.
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