Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil escuchó no sin estupor que a tres meses de concluir su gobierno, el presidente Liópez reconoció que el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), creado en su administración, “no funcionó”. Gamés vio cómo se alejaba Dinamarca. La salud de los más pobres a través de esta estrategia no fue prioridad, como demuestran las cifras oficiales. Lectora y lector, lean esto y pasen un Tafil por su garganta: en 2021, su segundo año de operación, el Insabi sólo destinó 10% de su presupuesto para atender enfermedades e infraestructura hospitalaria para las personas sin seguridad social, es decir, los más pobres en el país; en cambio, 90% de los recursos —equivalentes a 95 mil millones de pesos— fueron reintegrados a la Secretaría de Hacienda, sin que hasta la fecha hayan informado en qué lo gastaron.
¡Castapasanda! Ocurre que movieron el dinero a su antojo y dejaron sin seguridad social a millones de mexicanos. El Insabi utilizó los recursos que se habían acumulado durante dos décadas en el Fideicomiso del Sistema de Protección Social en Salud del Seguro Popular, la estrategia que había funcionado durante tres sexenios para atender a quienes no tenían seguridad social y que financiaba los tratamientos para enfermedades consideradas catastróficas por su alto costo, pero que el presidente Obrador decidió eliminar.
Crédito y cobranza
Gil leyó este gran momento de cinismo en una nota de Nayeli Roldán de Animal Político: para usar el dinero, el gobierno de Liópez sustituyó dicho Fideicomiso por el Fondo de Salud para el Bienestar (Fonsabi) y cambió las reglas de operación, lo que le permitió tomar el dinero sin los candados establecidos en el Seguro Popular que obligaba a usar el dinero únicamente para financiar enfermedades catastróficas, infraestructura hospitalaria y distribuir recursos en los sistemas de salud estatales.
Miles de mañaneras, mentira tras mentira sobre la salud en México: el principal cambio consistió en que el Fonsabi podía ser usado para comprar y distribuir medicamentos y, sobre todo, se estableció un mecanismo de reintegro de recursos a la Tesorería de la Federación en la Ley General de Salud: regresa Insabi 50% de recursos a Hacienda.
O Gil se ha vuelto loco, o todo esto ha sido una canallada, de verdad. En su segundo informe de labores, el Insabi reconoció haber gastado 106 mil 515 millones de pesos del Fonsabi, pero 50% de ello —53 mil millones de pesos— los regresó a Hacienda, como establecía dicha modificación a Ley de Salud. Gamés no da crédito y cobranza.
Dios sabe dónde quedó el dinero
Nayeli Roldán informa: todo esto significó una simulación de recursos en salud, toda vez que el dinero no se aplicó sino que se regresó a la Tesorería y por lo cual se perdió el rastro; es decir, no hay registro de cómo se gastaron dichos recursos.
Es que de veras. ¿Cómo se le llama a esto? ¿Fraude, mentira, robo, peculado, sinvergüenzada, pillería? Mientras que en 2020 hubo gastos por 63.7 mil millones de pesos del Fonsabi, de los cuales el 14.7% (9.4 mil millones de pesos) fue para atender enfermedades de alto costo e infraestructura; el 51% (32.5 mmdp) correspondió a la obligación de la Ley General de Salud de 2019 de traspasar 40 mil millones de pesos al Insabi para gasto corriente, y el 34.2% (21 mil millones de pesos) a la obligación de traspasarlo a la Tesofe. Antes, con el Seguro Popular, el Fideicomiso del Sistema de Protección Social en Salud, creado en 2004 a la par del Seguro Popular, era usado para atender 66 intervenciones o enfermedades de alto costo o que provocan gastos catastróficos; impulsar el financiamiento de infraestructura en entidades federativas con mayor marginación social, y cubrir imprevistos en la demanda de servicios de salud.
Por eso el Fideicomiso recibía cada año por lo menos 11% del total de los recursos destinados al Seguro Popular, que, a su vez se dividía en dos subcuentas: el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos, que recibía el 8% de los recursos del Seguro Popular, y el Fondo de Previsión Presupuestal, que recibía el 2% para gasto en infraestructura y 1% para imprevistos.
Total: el Presidente ha reconocido que el Insabi no resultó, con la novedad. Muy bien, Liópez le ha tomado el pelo a la gran mayoría de los mexicanos.
Todo es muy raro, caracho, como diría Thomas Alva Edison: “No he fracasado, he encontrado 10 mil soluciones que no funcionan”.
Gil s’en va