Gil caminó sobre la duela de cedro blanco y sobre el suelo de un país sin división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial concentrados en un solo partido y una sola persona, capaces de hacer y deshacer manipulando la Constitución a su antojo. Y no le vayan a venir a Gilga con la paparruchada de que con el PRI era así. No, no era ni fue así.
Provocado por los resortes de la memoria, Gamés recordó que hace seis años, más o menos, en la mesa de una cantina dos amigos, analistas de fuste y fusta, repasaban ante la llegada inminente de Liópez a la Presidencia cuáles era los puntos irreductibles de la democracia. Gilga los miraba, oía y tomaba nota. Irreductible significa que algo no puede ser reducido o que no se permite que sea reducido. Gamés recogió estos irreductibles de la democracia, no son los únicos, pero sí algunos de los fundamentales: división de poderes, institutos autónomos, constitucionalidad de las actos del Presidente, transparencia y rendición de cuentas, derechos universales y no clientelismo, libertad de expresión, equidad social.
Dicho y escrito esto, Gamés concluye que la joven e imperfecta democracia nacional ha sido destruida por un hombre a quien el electorado le ha entregado una mayoría definitiva. No se lo tomen mal a Gil, pero que con su pan se lo coman. Sí, ya sabe Gil que la democracia es así y la manga del muerto, pero nada le hace.
Democracia atropellada
Todo este asunto de los irreductibles viene a cuento porque la reforma del Poder Judicial propuesta por el presidente Liópez Obrador para elegir por voto popular a jueces y magistrados y a los ministros de la Suprema Corte de Justicia fue aprobada la madrugada de este miércoles (4 de septiembre de 2024) gracias a la supermayoría trapacera en la Cámara de Diputados.
El dictamen con proyecto de decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Constitución mexicana en materia de reforma del Poder Judicial fue aprobado con 359 votos a favor de Morena y sus aliados, el PT y Verde y 135 en contra de la oposición. Un verdadero desastre.
Gil observó desde lo alto y en la pantalla televisiva la sede alterna en la Magdalena Mixhuca. El Salón de Armas se dividió en dos: el sillerío donde algunos diputados dormitaban y otra mitad que se acomodaba en mesas de boda, sí, de boda, donde cenaban y se la pasaban bomba.
Dos diputados subnormales llamados Cuauhtémocos Blanco, o como se diga, y Sergio Mayer, pequeño reactor, comían tacos que les mandaron gratis de Dios sabe qué taquería. Así más o menos los diputados de Morena. En fon, dice Mayer: “estamos aquí en la sede alterna para sacar la reforma al Poder Legislativo…”. ¡Legislativo! ¿No podrían confinarlo a La Casa de los Famosos los próximos 30 años?
Aprobada
Gamois (así se escribe ahora, pronúnciese Gamuá) lo sabía: a pesar de los retrasos, las protestas y de un complicado debate, se ha aprobado, como estaba previsto, la reforma propuesta por Liópez que cuenta también con el apoyo de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. El dictamen, propuesto en un paquete de 20 reformas en febrero pasado por el presidente López Obrador, avaló entre otros puntos: reducir de 11 a 9 los ministros de la SCJN y que su mandato pase de 15 a 12 años, además de dos elecciones para renovar los cargos del Poder Judicial, la primera de ellas extraordinaria, en junio de 2025 y una segunda en 2027. También contempla la eliminación de la pensión vitalicia para actuales y futuros ministros de la Corte, y un ajuste de sus remuneraciones al tope máximo establecido para el Presidente de México. Además, sustituye el Consejo de la Judicatura Federal por dos instituciones, incluyendo un Tribunal de Disciplina Judicial, y elimina las dos salas con las que cuenta actualmente la Suprema Corte. Y de ahí al Senado y a las leyes secundarias y tan tan y Tintán.
Todo es muy raro, caracho, como diría Samuel Johnson: “Los innovadores son esos que cuando se le acaba la leche a la vaca, se empeñan en ordeñar al toro”.
Gil s’en va