Olímpicos

Ciudad de México /

El extinto padre de Gil le heredó el gusto por el deporte. Así las casas (muletilla patrocinada por el ciudadano Bartlett, que tiene muchas de ellas), Gamés ve todas las competiciones olímpicas que su apretada agenda le permite. Ah, lo dijo Wilde: “el trabajo es el refugio de los que no tienen nada qué hacer”.

Gilga vio a una valerosa joven mexicana ganar una medalla de plata en judo, el arte marcial japonés creado por Jigoro Kano, que quién sabe quién sea, hay asuntos que Wikipedia no informa, aunque se sabe que judo quiere decir “camino a la flexibilidad”. Prisca Awiti lo logró en la competencia de 63 kilos. Perdió el oro con una eslovena que desayuna tuercas y tornillos.

Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y caviló: raro este deporte olímpico en el cual unas jóvenes se ponen una especie de piyama, puede ser azul o blanca, una cinta negra en la cintura y salen como que no quiere la cosa a mostrarse ante el entusiasmado público. Gil no sabe mucho de este deporte, pero por lo que se ve, se jalonean muy fuerte las pijamas, se toman de las solapas y se dan patadones en las espinillas que deben doler más que una coz de mula.

Y a los jalones nuestra yudoca se metió a las semifinales después de dar cuenta de una joven del equipo de refugiados; más tarde despachó a una polaca y luego arrastró a una austriaca. Este deporte consiste en derribar a la contraria, aprisionarla en el piso con las piernas y la espalda puesta en la lona y decirle cosas horribles durante 10 segundos. Eso sí, al parecer nunca hay que dejar de jalonear la pijama.

Nuestra yudoca se enfrentaba en semifinales con una croata que se lo agarra a usted y lo somete en diez segundos así muy feo, tirado en el asfalto, algo terrible. Y que le da unos jalones, tres patadas, la derriba y la somete. ¡Bravo!  Katarina Cristo quedó como un idem. La plata estaba asegurada. La nueva contrincante, una eslovena y, ya Gil lo dijo, sometió a la nuestra a jalones tremendos en la pijama, patadas y sometimientos horribles. La plata la ganó a la buena nuestra yudoca. Extraño deporte. A Prisca le hicieron ciento dos mil entrevistas. Pas mal.

Clavados

Los clavadistas mexicanos se quedaron a un centímetro de la gloria. Ocuparon el cuarto lugar de la competición en la plataforma de los diez metros sincronizados. Nada mal si consideramos que el primer lugar lo ocuparán durante dos siglos los chinos. Maldita dinastía Ming.

Los nuestros tienen nombre de personajes de película de Liam Neeson, un thriller en el cual dos detectives persiguen a un hombre rudo, los desalmados  Kevin Berlín y Randal Willars. Resulta entonces que al joven Berlín se le fue la onda sincronizada, cometió un error y eso no se perdona en los Olímpicos, así como usted lo oye. Gil considera que en las competencias individuales será  aún más difícil obtener una medalla. Cuando los chinos se lanzan de la plataforma de los diez metros, los dos clavadistas se convierten en uno solo, ni siquiera una sombra, un solo hombre en sincronía perfecta. Chino, chino, japonés…

Gimnasia artística femenina

Gil no daba crédito y cobranza: el equipo femenino de gimnasia artística de Estados Unidos que ha ganado el oro en París dejó a Gilga con el ojo cuadrado: ritmo, gracia, fuerza, velocidad, en una palabra: perfección.

Toda la atención se había concentrado en Simone Biles, la gran gimnasta veterana, 27 años, y líder del grupo, la más joven ha cumplido 16. El pánico esparció una nube negra sobre el equipo, los entrenadores y la misma Simone cuando se supo que cargaba con el grillete de una lesión en la pantorrilla.

Biles se había retirado de las competencias por un problema de “salud mental”: ansiedad más angustia más ansiedad. Y no le van ustedes a creer a Gamés, pero su pareja y un perro terapéutico la trajeron de regreso al deporte. Señoras, no empiecen con que quieren un perro terapéutico, por favor.

Después de ver a las jóvenes, Gamés estaba seguro de que se llevarían el oro a sus pequeños pueblos de los Estados Unidos, es un decir. Simone Biles cerraba la competencia: caminó con una venda en la pantorrilla y le dio una lección a todos los dioses griegos. Gilga se preguntaba: ¿y el perrito? Gamés seguirá informando de los Juegos Olímpicos de París.

Todo es muy raro, caracho, como diría Borges: “Yo creo que habría que inventar un deporte en el que nadie ganara”. 

Gil s’en va


  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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