Populismo neoliberal

Ciudad de México /

Gil leía el libro de Francisco Baez Rodríguez publicado por ediciones Cal y Arena: Populismo neoliberal (2024). No hay pocas iluminaciones en este ensayo sobre nuestro tiempo. Gamés arroja un puñado de apuntes de esta reflexión. Aquí vamos.

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Según la encuesta Internacional de Pew Research: “En nuestro país, sólo 9% se califica como “fuertemente prodemocracia”: es decir, que acepta sólo el régimen de gobierno representativo; 48% es “democrático poco profundo” (prefiere la democracia, pero acepta otro tipo de régimen) y “27% está abiertamente en contra de la democracia representativa” (…) según la encuesta, sólo el 6% de los mexicanos está satisfechos con el funcionamiento de la democracia en el país.

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Un hallazgo del estudio es que quienes simpatizan con los partidos neopopulistas en Europa son, de manera sistemática, quienes menos confianza tienen en el gobierno. También da cuenta de que, allí donde la economía crece por encima de la media mundial, la confianza en el gobierno suele ser mayor (…)

La encuesta también preguntó si la democracia directa —voto ciudadano sobre temas nacionales— era una buena manera de gobernar el país. En el caso mexicano, 62% se manifestó a favor, y 30% en contra, más o menos en la media mundial. En Europa, los simpatizantes de los partidos populistas de izquierda y de derecha son los que más favorecen una democracia refrendataria.

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Está la idea de que había una sola izquierda, alineada con el bloque soviético; y una sola derecha, alineada con los intereses estadounidenses. En realidad, siempre ha habido, en todos los países, muchas izquierdas, con varios grados de liberalismo, reformismo y radicalismo; y también derechas de todo tipo: unas democráticas; otras autoritarias; unas con sentido social y otras, partidarias del capitalismo salvaje.

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El nacionalismo populista es una apuesta por volver al pasado. Una apuesta sentimental, guiada por la nostalgia de que todo tiempo pasado fue mejor, sobre todo para las generaciones que no lo conocieron.

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Lo primero es que el gobierno de López Obrador cabe perfectamente en la definición de populismo de Urbinati: faccionalismo, “que surge de una concepción posesiva sobre los derechos y las instituciones”, mayoritarismo, “que retuerce el principio de mayoría para hacer que sirva a una mayoría”, dux cum populi, “que corresponde a la representación como encarnación”, el antipartidismo y, por supuesto, el personalismo: el líder que unifica al pueblo (a la mayoría) en una suerte de identificación afectiva.

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“…el grupo político que encabeza Andrés Manuel López Obrador ha hecho un viraje significativo, un viraje a la derecha. Dice que Andrés Manuel López Obrador le tiene mucha desconfianza «a eso que llaman sociedad civil o iniciativas independientes». Esta frase lo pinta de cuerpo completo.

Sociedad civil es lo que no es sociedad política o ciudadanos individuales. La sociedad política está constituida, en primer lugar, por los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) en los tres órdenes de gobierno (federal, estatal y municipal). Lo característico de ella es que tiene la capacidad de coerción, ya sea a través de la ley o a través de la fuerza —como por ejemplo, con la policía y las Fuerzas Armadas.

La sociedad civil son organizaciones ciudadanas. Son los sindicatos, las asociaciones de padres de familia, los grupos vecinales, los clubes deportivos y culturales, las universidades autónomas, los medios de comunicación, las agrupaciones patronales, los colectivos en defensa del medio ambiente, las asociaciones contra la corrupción o contra la violencia, las organizaciones en pro de los derechos de las mujeres y de las minorías, los centros de pensamiento crítico y un larguísimo etcétera.

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Normalmente, una democracia es tan fuerte, como participativa y libre sea su sociedad civil.

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Por decreto declarativo, México ya ha dejado atrás «la pesadilla neoliberal » y a partir de ahora se forjará la modernidad desde abajo y sin exclusiones. Eso ha dicho el Presidente López Obrador (…) El problema es que el fin de la época neoliberal se ha decretado por arte de magia. Por la voz del demiurgo, tan sólo cien días después del cambio de gobierno. En la economía muy pocas cosas han cambiado —no podía ser de otra manera, en tan poco tiempo—, lo que ha habido es un vuelco en la correlación de fuerzas políticas en el país.

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Decía Keynes que los hombres prácticos usualmente son esclavos de un economista muerto. El presupuesto de 2020, que se pretende parte de una histórica transformación del país, es esclavo de las ideas neoliberales que tanto critica el presidente López Obrador.

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Todo es muy raro, caracho, como diría William James: “No hay mayor mentira que la verdad mal entendida”. 

Gil s’en va


  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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