Gil no da crédito y cobranza, luego se da un tope en el muro sur del amplísimo estudio y al final mira al cielo en busca de una señal. Pesan sobre los hombros del gobernador Rubén Rocha sospechas que lo relacionan con el Cártel de Sinaloa y su fundador, Ismael El Mayo Zambada; su nombre se vio al menos mencionado en una oscura operación donde Zambada pisó una trampa que lo inmovilizó y llevó preso a Estados Unidos, en esa emboscada murió el ex rector de la UAS, Hector Cuén; más tarde la Fiscalía General de la República demostró que la Fiscalía del Estado armó un montaje, sí, sí, al estilo García Luna; la guerra entre Los Chapitos y La Mayiza ha dejado más de 300 muertos, los habitantes de Culiacán se han confinado pues su seguridad pende de un hilo, Rubén Rocha es incapaz de ofrecerles seguridad, los camiones en llamas interrumpen la circulación, el tiroteo y los saqueos ocurren a la luz del día; es decir, el Estado mexicano ha perdido a Sinaloa, de momento, ya no manda en ese territorio.
La compañía del sospechoso
Lectora, lector: ocurrió lo inaudito y Gil lo leyó en su periódico El Universal, en senda nota de Antonio López Cruz: Rubén Rocha Moya llegó a la Ciudad de México para recibir el respaldo de los legisladores de Morena tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados. Y no pocos legisladores de Morena lo apoyaron. En primerísima fila Ricardo Monreal. Sin avisar y sin reunión programada, el mandatario estatal arribó cerca de las diez de la mañana al Senado de la República. Lo hizo de forma discreta para reunirse con los legisladores, encabezados por el presidente de ese recinto, Gerardo Fernández Noroña, y Adán Augusto López.
Durante el encuentro privado —que se prolongó por más de una hora—, cuenta López Cruz, Rocha Moya pidió a los senadores: “Confíen en mí”, luego de rechazar sus presuntos nexos con el crimen organizado.
Lean y oigan esto por piedad, les implora Gamés: Ignacio Mier Velazco, vicecoordinador de la bancada de Morena, afirmó que Rocha Moya “tiene todo un prestigio que lo acompaña, es un luchador de la izquierda” y aseguró que el mandatario estatal “fue el primero en denunciar todo ese flagelo que existe en Sinaloa y la simulación de las autoridades anteriores”. Sí, señoras y señores, estos son los legisladores que se han adueñado de la supermayoría legislativa, como para tirarse del puente, efectivamente.
No estás solo
No se vayan porque esto no se acaba hasta que se acaba y por desgracia parece inacabable. Así que tense quietos, como decía la maestra. Ese mismo día en Ciudad Morena, cerca de las doce, Rocha Moya llegó a la Cámara de Diputados. Quiso saltarse a los medios de comunicación, pero se quedó atrapado con un grupo de diputados en el elevador. La verdad, los hubieran dejado allá adentro un buen tiempo. El percance permitió a los periodistas llegar y esperar pacientes a que personal de seguridad y de protección civil los rescataran tras un lapso de 10 minutos. Así, lo que sería privado se convirtió en público.
El gobernador de Sinaloa habló de la crisis de violencia y hasta se dio tiempo de platicar sobre sus orígenes en la izquierda, y como académico y rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa: “Fui candidato en el 86, mis adversarios fueron Francisco Labastida, del PRI, y Maquío Clouthier, del PAN, ambos posteriormente fueron candidatos a la Presidencia de la República, y nosotros éramos una izquierda muy, muy testimonial, muy chiquita”.
Al hablar sobre el conflicto que atraviesa el estado que desgobierna, Rocha fue claridoso: “no hay una idea clara de cuándo terminará la violencia (…) La presidenta Claudia Sheinbaum ha seguido apoyando de manera importante, nosotros no podríamos como gobierno estatal resistir a esos embates entre los grupos sólo con la policía preventiva del estado y la ministerial”.
Lectora, lector: no se duerman, por favor y lean: en el encuentro, Ricardo Monreal calificó a Rocha Moya como un “hombre humanista”, “padre de familia ejemplar” y “político excepcional”, por lo que manifestó su respaldo y el del grupo parlamentario de Morena. ¡No estás solo! En fon.
Todo es muy raro, caracho, como diría Roosevelt: “Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia”.
Gil s’en va