Borges por Bergoglio

Ciudad de México /

De joven, Jorge Bergoglio conoció y trató a Jorge Luis Borges. Dejó este recuerdo en su autobiografía Esperanza (2004):

“Admiré y estimé mucho a Borges. Me impresionaban la seriedad y la dignidad con las que vivía la existencia. Era un hombre muy sabio y muy profundo.

“Cuando me convertí en profesor de literatura y psicología del Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, impartí un curso de escritura creativa para los alumnos y decidí mandarle, por mediación de su secretaria, que había sido mi profesora de piano, dos cuentos escritos por los chicos.

“Mandó que se los leyeran —ya estaba prácticamente ciego— y le gustaron mucho. Lo invité a dar algunas clases sobre el tema de los gauchos en la literatura y aceptó. Podía hablar de cualquier cosa y nunca se daba aires.

“Con sesenta y seis años se subió a un autobús e hizo un viaje de ocho horas, de Buenos Aires a Santa Fe. En una de aquellas ocasiones, llegamos tarde porque, cuando fui a buscarlo al hotel, me pidió que lo ayudara a afeitarse.

“Era un agnóstico que cada noche rezaba un padre nuestro, porque se lo había prometido a su madre, y antes de morir recibió los sacramentos.

“Sólo un hombre de espiritualidad podría haber escrito esto:

“Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen.

“Abel contestó: —¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo, aquí estamos juntos como antes.

“—Ahora sé que en verdad me has perdonado —dijo Caín— porque olvidar es perdonar. Yo trataré también

de olvidar.

“Abel dijo despacio:

“—Así es. Mientras dura el remordimiento, dura la culpa”.


  • Héctor Aguilar Camín
  • hector.aguilarcamin@milenio.com
  • Escritor, historiador, director de la Revista Nexos, publica Día con día en Milenio de lunes a viernes
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